En las ardientes arenas regadas por el Río Nilo se desarrolló a lo largo de más de tres mil años una
civilización que siglos después todavía sigue fascinando a muchas
personas. El río es la razón de ser del estado, el Nilo es Egipto y
Egipto es el Nilo.
Conocí
a un viajero de una antigua tierra
que
me dijo: «Dos enormes piernas de piedra se yerguen
sin
su tronco en el desierto. Junto a ellas,
semihundido
en la arena, yace un rostro destrozado;
su
ceño fruncido, la mueca de sus labios y su desdén de frío dominio
revelan
que su escultor comprendió bien esas pasiones
que
todavía sobreviven, grabadas en la materia inerte,
a
la mano que se mofó de ellas y al corazón que las alimentó.
Y
en el pedestal se leen estas palabras:
“Mi
nombre es Osimandias, rey de reyes:
¡Contemplad
mis obras, oh poderosos, y desesperad!”.
No
queda nada más. En torno a la decadencia
de
aquellos colosales restos, infinitas y desnudas,
las
solitarias y llanas arenas se extienden hasta el horizonte».
PERCY
BYSSHE
SHELLEY,
«Ozymandias».
Desde la niñez siento una
especial fascinación por el Antiguo Egipto, sus pirámides y sus
momias, sus dioses, el gran Río Nilo, sus faraones y reinas, las
leyendas y el inquietante Más Allá. Este es el inicio de un
apasionante viaje por su Geografía, su Historia, las creencias y las
Costumbres de sus gentes.
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