Presionados por los
alemanes, con su territorio fragmentado y enfrascados en luchas
internas, los polacos (incombustibles e inasequibles al desaliento)
aspiraban a rehacer la unidad quebrada. Estos intentos de consolidar
la monarquía y restablecer la antigua unión, chocaban con las
continuas intromisiones de húngaros y bohemios.
En este difícil
contexto, en el año 1295 Premislao II, un duque de la Gran Polonia,
empeñado en restaurar la unidad de la monarquía, consiguió ser
coronado en Gniezno. El proyecto de Premislao II duró muy poco
tiempo, murió asesinado en 1296. Con esta coronación Polonia
ascendía de forma legal (y definitiva) al rango de reino. Los
descendientes ostentaron el título de rey.
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