Extensos
poemas de verso largo que narran hechos gloriosos de antepasados
elevados a la categoría de héroes, el Cantar de Gesta es una
creación genuina de la Plena Edad Media y coincide en el tiempo (más
o menos) con la época feudal.
En
estos cantares se narran sobre todo guerras y campañas militares, se
hace exaltación del heroísmo y las virtudes (masculinas) pero nunca
se compusieron para ser leídos, sino para ser cantados y escuchados.
Se encargaban de ello juglares profesionales, acompañados de
instrumentos de cuerdas y del atrezzo, la mímica y los movimientos
necesarios. Ejercían su arte ante toda clase de públicos, nobles y
plebeyos, en suntuosos salones de los castillos, en plazas de
mercado, en justas, romerías y fiestas. Muchos oyentes soñarán
emular las hazañas narradas.
Algunas
veces los juglares acudían al campo de batalla, y antes de comenzar
el combate cantaban las andanzas de los héroes del pasado para
arengar e insuflar bríos y valor a la nerviosas tropa.
La
gesta se corresponde con la historia popular (para entendernos, lo
que actualmente sería la novela histórica), la que emociona al
hombre sencillo, lejos de los fríos datos con los que se deleitan
doctores y eruditos. Cantos que tendían a la exageración, a la
idealización de los personajes, a lo maravilloso y fantástico.
Estos relatos pasan de generación en generación, conservados en la
memoria del pueblo y fueron evolucionando hasta convertirse en
Cantares de Gesta literarios.
La
clave de todo este proceso transformador se encuentra en el genio
creador del juglar, que se sitúa ante la historia, con sus datos y
cronología, pero lo hace con libertad para construir su poema,
dotándolo de acción y drama, dibujando la personalidad de cada
personaje, inventando situaciones y diálogos, y ofreciendo un todo
autoconclusivo con planteamiento, nudo y desenlace, una narración
donde priman los detalles, las descripciones, el artificio y los
matices (una constante medieval) por encima de los acontecimientos.
El
juglar recita versos de memoria y cual Demiurgo tiene la capacidad de
improvisar y adaptar a gustos, preferencias y exigencias del público,
de tal forma que los textos nunca fueron ni fijos, ni definitivos.
El
amanuense es el tercer eslabón en la cadena, su monótono trabajo de
pasar las gestas a papel, y hacer una y mil copias, nos brinda la
oportunidad a nosotros, gente del siglo XXI, de sumergirnos de lleno
en el universo ideológico y artístico medieval.
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