El 24 de agosto del año 410 los
visigodos, con Alarico al frente, entran en Roma. Habían pasado
siete siglos desde la última vez que un pueblo extranjero (los galos
de Breno) conquistaron Roma. El saqueo visigodo duró tres días,
aunque según las fuentes no fue especialmente violento, eso sí,
Alarico se llevó como botín a Gala Placidia, hermanastra del
emperador. La entrada de Alarico en Roma causó una gran conmoción
en la sociedad de la época y está considerado un hito esencial en
la caída del Imperio Romano de Occidente. Para los cristianos la
llegada de Alarico fue un auténtico castigo divino.
“Finalmente, tras acumularse
tantas blasfemias sin que hubiera ningún arrepentimiento, cae sobre
Roma el clamoroso castigo que ya pendía sobre ella desde hacía
tiempo. Se presenta Alarico, asedia, aterroriza e invade a la
temblorosa Roma, aunque había dado de antemano la orden, en primer
lugar de que dejasen sin hacer daño y sin molestar a todos aquellos
que se hubiesen refugiado en lugares sagrados y sobre todo en las
basílicas de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y, en segundo
lugar, de que, en la medida que pudiesen, se abstuvieran de derramar
sangre, entregándose sólo al botín”.
Historias.
Paulo Orosio. VII. 39.
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