En algún
lugar entre Gascuña y Bretaña tomó las armas el Caballero
Encarnado. Cuenta la leyenda que el mismísimo diablo ofició la
ceremonia y que la sangre de sus víctimas tiñe yelmo, escudo y
armadura, adalid de Satanás, reta a todo soldado cristiano que se
cruza en su camino. Su espada envía clientes a Caronte, su lanza
estercola campos de toda Europa, su montura trota sin descanso, su
alma no encontrará reposo en el inframundo.
Pequeños cuentos centroeuropeos
Hace 53 minutos
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