En un biotopo que se
extiende desde el mar Mediterráneo a la región septentrional de
Laponia, y desde el océano Atlántico a la difusa frontera que
marcan el Cáucaso, los Urales y el antiguo Ponto Euxino (entiéndase
mar Negro), un medio físico donde se alternan cordilleras, valles y
lagunas, costas llanas y suaves con litorales acantilados, recortados
y abruptos, se configura un hábitat formado por prados, bosques,
ríos, lagos, castillos, ciudades y monasterios, donde conviven un
variopinto número de animales políticos, religiosos, y por supuesto
muy sociales (un todo integral explicado por el simple, irreal e
inflexible modelo de los Tres Órdenes), organizados a partir de
diferentes ideas y criterios (todo lo contrario de la inapetente
globalización) y todos juntos conforman el riquísimo ecosistema de
la Civilización del Occidente Medieval, magistralmente detallada por
Jacques Le Goff: monarquías feudales (Francia e Inglaterra), el
Sacro Imperio Románo Germánico y el Papado, ciudades libres,
párrocos de pueblo, jerarcas de la iglesia (arzobispos y obispos),
vasallos de vasallos (duques, condes y marqueses), hansas de
comerciantes, gremios de artesanos, cofradías de trabajadores,
mestas de ganaderos, hermanos canteros, repúblicas oligárquicas
(Venecia y Génova), doctores de la Universidad junto a estudiantes,
tunantes y goliardos, mercenarios catalanes, navarros o suizos,
piratas vikingos y berberiscos, cruzados y órdenes militares
(templarios, teutónicos y hospitalarios), movimientos heréticos
(valdenses, cátaros, husitas), jinetes esteparios (mongoles, magiares, turcos) frailes mendicantes (franciscanos,
dominicos), monjes reformadores (Cluny, Císter), peregrinos,
meretrices, pordioseros y buhoneros....
Nunca en la historia de
Europa (ni futura ni pretérita) existió tal variedad de formas
organizativas, pero llegó el Renacimiento y todas quedaron
sepultadas bajo los inamovibles cimientos del estado moderno;
monarquía autoritaria, hacienda, burocracia, funcionariado y
ejército. El mundo medieval no era estático, era mucho más
dinámico y abierto de lo que los académicos e historiadores
anquilosados se encargaron de ilustrar. Un mundo sencillamente
diferente del nuestro y en muchos aspectos desconocido e
incomprendido. Las guerras y las persecuciones religiosas son algo
posteriores, y el siglo XX, con los nacionalismos extremos,
totalitarismos, limpiezas étnicas a gran escala y guerras santas más
destructivas que nunca, han demostrado que la oscura Edad Media de
los libros no han concluído. La perfección del Humanismo e
Ilustración ensombrecieron una Europa mucho más brillante y diversa
de lo que se atrevieron a pensar.
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