Al margen de ideología y
creencias, las sociedades tienden a valorar, recordar y respetar sus
símbolos. En el ayuntamiento de Munich (capital del estado de
Baviera), junto a duques y reyes históricos, encontramos la figura
de Benón de Meissen, patrón de la ciudad (y creo que de toda
Baviera).
Monje alemán, capellán
de Goslar, obispo de Messen, por deseo expreso del emperador Enrique
IV, y patrónde los pescadores. A pesar de su vinculación con el
emperador, Benón era defensor de una iglesia unidad, y mostró su
apoyo a Gregorio VII durante la Querella de las Investiduras.
Consecuencia: el emperador lo expulsó de su diócesis. Cuenta una
leyenda, que antes de abandonar su sede episcopal, lanzó las llaves
de la catedral al río Elba. Lo extraordinario sucedió cuatro años
más tarde. Una mañana Benón fue al mercado, compró un pez y
cuando lo limpiaba para cocinarlo, encontró las llaves entre sus
tripas.
Más tarde se reconcilió
con el emperador, apoyó (quizás a regañadientes) al antipapa
Clemente III (cuyo nombramiento fue otro tejemaneje de Enrique IV) y
hacia 1097 reconoció a Urbano II como papa legítimo. Benón trabajó
activamente en su diócesis, introduciendo reformas según el modelo
de Hildebrando.
La iconografía lo
representa vestido de obispo, sin barba, con mitra, báculo, un pez y
unos clavos. Después de su muerte, y tras ser venerado durante un
timpo en la catedral de Messen, sus restos sufrieron diversos
avatares, llegando a mediados del siglo XVI a la Catedral de Nuestra
Señora en Munich.
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