En
la sierra norte madrileña, en las estribaciones meridionales de
Guadarrama, a orillas del Lozoya (un afluente del Jarama), encontró
refugio, tal vez inspiración el Marqués de Santillana. Los miembros
de su familia, los Mendoza, fueron uno de los más poderosos e
influyentes clanes nobiliarios de la Corona de Castilla. Un linaje
cercano a los Trastámara de Castilla y el ejercicio del poder, los
Mendoza movían ficha, apoyaban a los monarcas a fin de mantener su
posición y los suculentos privilegios que esto les reportaba.
Si
hacemos caso a Plinio el Viejo, los romanos conquistaron un lugar
llamado Litabrum, que se ha identificado con Buitrago. A pesar de su
larga historia existen pocos documentos fiables de estos tiempos
lejanos. La presencia musulmana queda atestiguada con la existencia
del amurallamiento medieval que encierra el precioso recinto
medieval.
La
muralla de origen musulmán, cuyos primeros tramos fueron levantados
entre los siglos IX y XI, formaba parte de un entramado defensivo
erigido en el corazón de la Península Ibérica para deterner las
avanzadillas cristianas y asegurar la destacada plaza de Toledo. No
obstante lo que vemos en la actualidad es el resultado de sucesivas
ampliaciones.
La
verdadera historia de Buitrago comienza en el año 1083, cuando la
plaza fue conquistada por el rey Alfonso VI, que concede derecho de
repoblación. Juana de Orozco contrajo matrimonio con Gonzalo Yañez
de Mendoza (montero mayor de Alfonso XI) y como dote llevó Buitrago
y también Hita. De esta unión nació Pedro Gónzalez de Mendoza. En
1368 Pedro Gónzalez de Mendoza apoyó a Enrique II de Trastámara en
la guerra civil contra su hermano Pedro I. La victoria de Enrique II
significó la entronización de los Trastámara en Castilla. Desde
estos momentos los Mendoza estuvieron estrechamente vinculados a la
Sierra Norte Madrileña. Este Gónzalez de Mendoza fundó, con el
beneplácito de Juan I de Castilla, el mayorazgo de Buitrago en 1380.
Los
Mendoza, originarios de Álava, se convirtieron en un de los más
poderosos y prestigiosos apellidos nobiliarios de España, y el
Señorío de Buitrago se mantuvo, con todas sus servidumbres, hasta
el siglo XIX con el desarrollo del liberalismo. Miembro destacado de
esta familia fue Íñigo López de Mendoza, el Marqués de
Santillana. El noble y poeta buscó inspiración más de una vez a
orillas del Lozoya, y tan fuerte fue su vínculo con Buitrago, que
acometió importantes obras arquitectónicas, como el alcázar,
encajado en el antiguo recinto amurallado.
El
castillo construido por el Marqués es singular por tres motivos: por
estar edificado sobre la muralla urbana preexistente, por no seguir
los modelos clásicos al carecer de torre del homenaje y por utilizar
un estilo mudéjar con predominio del ladrillo. El alcázar aprovecha
una de las esquinas del recinto árabe, construyendo dos muros que
miran al interior de la villa y cierran el nuevo edificio. De la
misma forma que los Mendoza ejercen su poder sobre Buitrago, la
residencia fortificada se superpone a la antigua muralla. Un foso y
una barrera protegen el alcázar, tanto de las tropas enemigas como
de posibles revueltas internas.
En
el año 1467 el patriarca de los Mendoza, Iñigo López de Mendoza y
Figueroa, custodió aquí a la infanta doña Juana, mientras Enrique
IV intentaba controlar a los inquietos magnates y clamar los
crispados ánimos de la nobleza castellana. Un año más tarde, la
reina de Castilla Juana de Avis, se reunió aquí con su hija.
La
coracha, segmento de muralla que desciende hacia el río, fortifica
el vado, protege el puente y controla el tráfico fluvial. No podemos
olvidar que hasta la irrupción del caballo de hierro y las más
modernas carreteras asfaltadas, los ríos constituían la más
importante vía de comunicación. El puente fue privatizado por el
marqués para conectar el castillo con su coto de caza situado a la
otra orilla.
El
Marqués de Santillana fundó en la primera mitad del siglo XV el
Hospital de San Salvador (destruído durante la Guerra Civil) y la
iglesia de Santa María del Castillo. Esta iglesia, construida en
silleria y que presenta una torre en estilo mudéjar, se alza frente
a la entrada de la muralla. Es la única superviviente de las cuatro
parroquias que llegaron a existir en la villa.
El
escudo de armas de la ciudad, concedido por Alfonso VI, presenta una
res, una encina y la leyenda “Ad alenda pecora” (para el sustento
del ganado).
Situada
en una de las principales rutas que conectan las dos Castillas, a lo
largo de las centurias, Buitrago se consolidó como cabeza de una
comarca que vivía del ganado y basaba su riqueza en la lana. La
población vivió su etapa de apogeo en el siglo XVI con el inicio
del Renacimiento.
Enrique
de Mesa en “Andanzas Serranas” (1910) nos deleita con unas
palabras sobre Buitrago: “Esta es la famosa villa de Buitrago,
pétrea reliquia de la España épica y fuerte, que alza a orillas
del Lozoya la ruinosa senectud de sus muros. Hijas de los neveros son
las aguas que ciñen el tajado risco en que se asienta; aires de
frescura y aroma serranos son los que silban en sus almenas rotas.
Para lo poeta, sus piedras milenarias guardan fragancia de poseía,
que no en balde fue su señor y dueño aquel viril y dulce marqués
de Santillana”.
Buitrago
bebe de las gélidas aguas del Lozoya, casi en la falda misma de
Somosierra, es una preciosa villa cercada por muros almenados
guarnecidos por altos torreones, y fue durante centurias una preciada
posesión del influyente linaje de los Mendoza.
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