Cae la tarde. La primavera está empezando a despedirse. En unas pocas semanas habrá llegado el verano, el largo, árido y tórrido verano mediterráneo. Pero aún queda tiempo para disfrutar de maravillosas tardes paseando por el Salar de los Cano, y escuchar atentamente lo que sus criaturas quieren contarnos.
La garceta común (Egretta garzetta) nunca deja que te acerques demasiado, es tan celosa de su intimidad, que en cuanto intuye tu presencia, levanta el vuelo rápidamente.
El abejaruco (Merops apiaster) luce y presume de los colores de la vida. Su presencia es como la paleta del pintor, todo lo llena de alegría, viveza y gran belleza.
No entiendo mucho (ni poco) de reptiles, pero diría que se trata de un galápago leproso. Nadaba tranquilamente en una balsa.
Los gorriones (Passer domésticus) nunca faltan a una cita. Su presencia siempre es motivo de alegría.
He recorrido Europa desde Lisboa a Moscú y desde Cádiz a Noruega, y el Salar de los Cano, en el levante almeriense, es uno de los mejores espacios naturales para la observación de aves. Nunca decepciona.
El Ciclo de la Vida, que cantaban en el Rey León. Las Danzas de la Muerte de la Edad Media. El eterno retorno de Heráclito y de Nietsche.
El pico azul de la malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala) es una de las cosas más flipantes del mundo animal.
La focha (Fulica atra) es otra de esas aves que podemos ver prácticamente en cualquier lugar donde se acumule un poco de agua, desde una lago de enormes dimensiones hasta un charco eventual en época de lluvias.
El elegante vuelo de la siempre ruidosa cigüeñuela (Himantopus himantopus).
No se cuanto tiempo puede vivir un alcaudón real, pero llevo cuatro años viendo a un individuo en un espino concreto. Evidentemente no tengo pruebas que siempre sea el mismo alcaudón, pero en el mundo natural todo es posible.
Un chorlitejo, posiblemente patinegro (Charadrius alexandrinus) una de las limícolas más diminutas de las que corretean por estos limos.
La grácil avoceta (Recurvirostra avosetta) y su peculiar pico curvo. La vida es más fácil en familia.
Cuando observo a las gallinetas (Gallinula chloropus) siempre tengo la sensación de que están pastando.
No hay que dejar la oportunidad de fotografiar a una curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) que suele delatar su presencia con su inconfundible canto.
La gaviota reidora (Chroicocephalus ridibundus) encuentra en el Salar de los Cano un lugar ideal para nidificar. Una de las claves de su éxito es la capacidad de alimentarse casi de cualquier resto orgánico.
Unos jóvenes verderones (Chloris chloris) tratan de mimetizarse con el entorno.
Todos los visitantes acaban fascinados con los flamencos (Phoenicopterus roseus), aves que los pueblos antiguos que vivían a orillas del Mediterráneo asimilaron con el Ave Fénix.
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