Hubo un tiempo en que la historia de los territorios estaba indisolublemente unida a la vida de sus gobernantes y sus familias. Los matrimonios unían estados y coronas, los fallecimientos y las consecuentes herencias, los fragmentaban. Durante siglos esta fue la historia de Europa. Al hilo de todo esto, los Jagellón consiguieron unir en un poderoso estado al Reino de Polonia y al Gran Ducado de Lituania. Uno de los soberanos que reinó sobre ambos fue Casimiro IV. Kazimierz IV Jagielloncz para los polacos y Kazimieras I Jogailaitis para los lituanos.
El padre de Casimiro, Vladislao II de Polonia (de origen lituano y llamado Jogalla) hizo posible la unión de Lituania y Polonia a través de su matrimonio con la reina Eduviges, pero su muerte en 1434 dejó en el aire el futuro de dicha unión. Casimiro, hijo de Sophia de Halshany, cuarta (y última) esposa de Vladislao II, fue el encargado de consolidar lo que había empezado su padre.
En el año 1440 Casimiro fue proclamado Gran Duque de Lituania, apoyado por los magnates lituanos, y en 1444 sucedió a su hermano Vladislao III (muerto en la desastrosa cruzada de Varna contra los turcos) en el trono de Polonia. Casimiro empleo sus cincuenta años de reinado en fortalecer la monarquía polaca, acercándola a las monarquías autoritarias que poco a poco se iban imponiendo en Occidente, convirtiendo de paso, al Reino de Polonia, en un estado con peso específico en el concierto europeo.
Una estructura política moderna.
Casimiro IV organizó una estructura política (a imitación de lo que estaban haciendo Luis XI en Francia, Enrique VIII en Inglaterra, o los Reyes Católicos en Castilla y Aragón) con el establecimiento de una especie de Congreso integrado por los oficiales de la administración (el canciller, el tesorero y el mariscal), permitiendo a los eclesiásticos formar parte de él (no se podía desdeñar el poder de la iglesia en Polonia). Con el tiempo este órgano se transformó en el Senado. A pesar de los intentos los Jagellón nunca consiguieron consolidar la Monarquía Autoritaria en sus territorios. El monarca también consiguió hacer partícipe a la nobleza de los asuntos de gobierno a través del establecimiento de dietas provinciales con representantes en una dieta central. De esta manera durante la Baja Edad Media la nobleza polaca fue ganando preeminencia sobre la antaño fue una potente burguesía.
Anexión de Prusia.
Otro de los éxitos políticos de Casimiro IV fue poner a Prusia bajo dominio polaco y de paso derrotar a la Orden Teutónica en la Guerra de los Trece Años (1454 – 1466). La Confederación de Prusia, formada por ciudades como Danzing (Gdansk), Thorn (Torun) o Königsberg (Kaliningrado), en su estrategia de resistencia frente a los caballeros teutónicos, pidió protección al rey Casimiro, que la incorporó a sus dominios bajo el nombre de Prusia Real (Prusy Krölewskie). Este hecho desencadenó la guerra de los Treces Años que se saldó con la victoria sobre la Orden Teutónica, que comenzó en este momento su decadencia.
Sucesores, herederos y una maldición.
Casimiro IV se casó con Isabel de Hungría, la hija de Alberto II de Habsburgo y la nieta del emperador Segismundo de Luxemburgo. Uno de sus hijos, Vladislao II, fue rey de Bohemia y de Hungría. Tres de sus otros hijos llegaron a ser reyes de Polonia. Cuando murió Casimiro en 1492, su hijo Juan Alberto I se convirtió en rey de Polonia, y otro hijo, Alejandro I , en Gran Duque de Lituania. Posteriormente Alejandro sucedió a su hermano como rey de Polonia. Alejandro murió en 1506 y fue sucedido, en Polonia y en Lituania, por su hermano Segismundo el Viejo.
En relación con la muerte y sepultura de Casimiro IV existe una jugosa anécdota de esas que hacen las delicias de los cazadores de misterios. Casimiro murió en 1492 y como muchos monarcas polacos fue sepultado en la Catedral de Cracovia. Cinco siglos después, en 1973 un equipo de arqueólogos obtuvo el permiso de la autoridad eclesiástica para abrir el féretro. Y entonces se desató una maldición como la del faraón Tutankhamón. Diez de las doce personas que asistieron a la apertura de la tumba real, murieron a los pocos días. El hongo Aspergillus flavus fue el asesino silencioso que acabó con la vida de los arqueólogos, y de paso dio inicio una nueva maldición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario