jueves, 21 de octubre de 2021

NAPOLEÓN Y LA REVOLUCIÓN.



Napoleón Bonaparte nació en Ajaccio, en la isla de Córcega en el año 1769, por tanto, cuando estalló la revolución, era un joven mozalbete de apenas 20 años. Napoleón pertenecía a una familia de trece hijos, y tras quedar huérfano de padre, se puso al frente de todos ellos, incluyendo a su madre, Letizia Ramolino. Aficionado a la historia, dedicó su adolescencia a la formación militar y académica. Su primer servicio a la Asamblea Nacional fue sofocar una revuelta independentista en su Córcega natal, encabezada por Paoli en 1792. La recompensa, ser ascendido a capitán. Sin embargo, su primer gran éxito fue recuperar la ciudad de Toulón en poder de los ingleses.



Sus buenas relaciones con Robespierre supusieron su arresto después del 9 de Termidor. Aunque es puesto en libertad es degradada y pierde el mando militar. En época de la Convención, el 13 de Vendimiario de 1795 los monárquicos intentan el asalto al poder, Barras debe defender la república y sabe muy bien a quien tiene que recurrir; al ciudadano Bonaparte. Con 8000 guardias se enfrenta a 30.000 realistas, apoyado por cuarenta cañones que situa estratégicamente alrededor de las Tullerías. La artillería republicana detiene el asalto, Napoleón se gana el favor del pueblo parisino y la Convención lo nombra comandante en jefe del ejército.


En 1796, después de contraer matrimonio con Josephine, la antigua amante de Barras, parte al frente italiano para enfrentarse a la primera coalición. Al mando de un ejército mal equipado Napoleón se comporta en Italia como un auténtico gobernante, motivando a sus hombres y actuando al margen del Directorio. Bajo su dirección el ejército consigue victoria tras victoria a lo largo de todo el norte italiano. Su táctica preferida, concentrar su ataque en el centro enemigo obligándole a dividir su fuerzas. Al calor de estos éxitos en el campo de batalla, se va rodeando de toda una corte de aduladores que le acompaña en sus conquistas. Apasionado por el arte, el corso va confiscando numerosas obras de arte que envía a Paris, de forma que sus museos comienzan a nutrirse con el fabuloso patrimonio cultural italiano. La campaña italiana finaliza en 1797 con la paz de Campo Formio, con la derrota de la primera coalición. Lombardía, Bélgica y Milanesado pasan a estar bajo dominio francés, y se crea la República Cisalpina. Napoleón llevó las negociaciones de forma personal, provocando el descontento del Directorio.



La ambición napoleónica es grande e imparable, en Francia lo saben, y por eso no encuentra oposición para lanzar una nueva campaña; Egipto. El militar corso pretende arrebatar a los ingleses sus plazas en el mar Rojo y de paso firmar una alianza con el gran sultán otomano (como hiciera siglos atrás el rey francés Francisco I en su interminable conflicto con el emperador Carlos V). Napoleón llega a El Cairo, sus tropas habían desembarcado en el país del Nilo, sometiéndolo rápidamente. Superada la sorpresa inicial la armada británica destroza a la flota francesa, la segunda coalición internacional está en marcha. La alianza formada por Inglaterra, el Imperio Otomano, Austria, Rusia y Nápoles obligan a Napoleón a replegarse. En 1799 Napoleón regresa a Paris y todo parece propicio para su asalto al poder. Con el golpe de estado de Brumario, Napoleón Bonaparte finiquita definitivamente la obra de la Revolución.


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