miércoles, 3 de diciembre de 2014

MARÍA LA EGIPCIA



Nunca es tarde. Eso sintió María de Egipto, también conocida Santa María egipciaca que abandonó una vida dedicada a la prostitución y al pecado, y se retiró al desierto a vivir como asceta. Muy joven abandonó su hogar y se dirigió a la ciudad de Alejandría a ganarse la vida en burdeles y prostíbulos. Cansada tal vez de la vida urbana se embarcó hacia Jerusalén, pero no como acto de fe, sino con la esperanza de hacer fortuna vendiendo su amor a los peregrinos. Pero en la ciudad santa todo cambió para ella. Cuando se celebraba la Exaltación de la Santa Cruz intentó acceder a la Iglesia del Santo Sepulcro y una especie de fuerza invisible le impedía hacerlo. Entonces comprendió. Rompió a llorar arrepentida y arrodillada pidió ayuda y perdón a la Santa Madre. Más tarde intentó entrar nuevamente en la iglesia y esta vez si le fue permitido. Frente a la Santa Cruz sintió una voz en su interior que le aconsejaba que más allá del Jordán encontraría la paz. A la mañana siguiente inició su camino, cruzó el Jordán y se adentró en el desierto, donde viviría como ermitaña durante más de cuarenta años. En una ocasión se encontró con Zósimo de Palestina al que relató su historia. Tiempo después el mismo Zósimo tropezó con el cadáver de la nueva santa. 

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