A los pies del macizo del Jura, en una tierra poblada de densos y oscuros bosques, el viejo Franco Condado (unido por cuestiones políticas con el poderoso Ducado de Borgoña) hace su aparición, como por arte de magia, Besançon. Una ciudad abrazada por las aguas del río Doubs, afluente del Saona (que vierte sus aguas en el Ródano).
Me ha sorprendido muy gratamente el camino hasta aquí. Una vez abandonamos la insípida autopista nos internamos por una espectacular carretera completamente rodeada de bosques y prados durante decenas de kilómetros. No se divisan ciudades, ni grandes, ni pequeñas. Un paraíso templado completamente desconocido para mí, hasta ahora. En un futuro me gustaría volver para explorar estas tierras con más tranquilidad.
Teatro romano de Vesontio, el antiguo nombre de Besançon. Antes de la conquista de estas tierras por Julio César, Vesontio era un oppidum de la tribu de los secuanos. Las ruinas se resisten a ser olvidadas. Ni ignoradas.
Y de la Antigüedad al Renacimiento, patio de uno de los palacios de los Granvelle, una influyente familia medieval que durante la Edad Moderna mantuvo importantes relaciones con Carlos V y con su hijo Felipe II.
En Besançon puedes visitar, o simplemente contemplar la fachada de la casa natal del poeta romántico Víctor Hugo, una de las cumbres de las letras francesas. En alguna ocasión se refirió a Besançon, como “esa antigua ciudad española”.
Los hermanos Lumiere, artífices de un invento revolucionario que ayudó a desarrollar y consolidar la industria del ocio, el cine. También nacieron en esta bella población del Franche-Comte (Franco Condado).
Las aguas del Doubs llenan de vida la ciudad.
La belleza arquitectónica de Besançon es indudable. Como muestra dos fotografías tomadas sin afán ni esmero.
¿Magia, arte, encantamiento?.
Uno puede encontrar su hogar (más o menos transitorio) en cualquier rincón.
Un verano húmedo y fresco, y verde, muy verde. Aprovechar las primeras horas de la mañana para sentirse en total plenitud.
A veces corremos muy rápido y vivimos demasiado deprisa. Incluso durante las vacaciones. Es preciso parar y salir al parque a jugar con nuestro yo niño. La visita a Besançon ha sido un suspiro lanzado al aire, la impronta de una foto fija. Aunque es cierto que elegimos pernoctar aquí por una cuestión práctica. Apetece volver y caminar cada calle, correr a orillas del río y subir hasta la fortificación de Vauban.
El viaje te pone a prueba constantemente, cada día te propone nuevos retos. Algunos retos se repiten, como encontrar aparcamiento y que podamos comer toda la familia sin necesidad de empeñar un riñón. No se explicarlo, pero viajar así, siempre avanzando, como auténticos nómadas, tiene algo que engancha. Una vez que lo pruebas no puedes dejar de desear emprender nuevos viajes. Aspiro a conocer, no solo visitar, todas las regiones de Europa. Creo que con eso, me daría por satisfecho. El resto de continentes los dejaré para otras vidas.
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