domingo, 26 de enero de 2025

ALTAR DE SACRIFICIOS DE ULACA.

 



Altar de sacrificios del castro vettón de Ulaca. La sangre de la víctima, animal o humana, desciende cálida y viscosa por los escalones de granito. ¿Costumbre ritual en la Edad del Hierro o invención de las mentes más morbosas de los siglos XIX y XX?.




Un monumento a cielo abierto, una gran estancia rectangular tallada en granito, que consta de una pequeña plataforma y dos escaleras paralelas de nueve escalones. Una serie de cavidades permitían recoger los líquidos que se derramaban durante las libaciones.




El enclave está situado en un paraje sobrecogedor de rocas desnudas que se elevan formando una enorme mole granítica que controla los extensos pastos que se abren a los pies del castro de Ulaca. Nos encontramos en la Sierra de la Paramera, situada en el Sistema Central (que divide a la gran Meseta española en submeseta norte y submeseta sur). Esta sierra de la Paramera se ubica al sur del Valle del Amblés, un espacio rico en zoomorfos vettones. Desde este castro de Ulaca es posible controlar todo el valle.




El altar, directamente tallado en la roca, tendría funciones relacionadas con el sacrificio de animales, e incluso de personas. El morbo humano, que se deleita imaginando truculentas escenas de cadáveres con la garganta abierta, de la que brota sangre caliente, viscosa y espesa, que se derrama por los escalones construidos a tal fin.




Rodeado de montañas pedregosas y bajo el inmaculado cielo azul, se alza el recinto sagrado. Su espacio central es ocupado por el altar de sacrificios construido a partir de la posición de los astros en el cielo, relacionado con solsticios y equinoccios. No tengo muy claro que es más poderosa, la existencia de sacrificios humanos en la lejana Edad de Hierro o la construcción ideal de esos sacrificios pergeñada en los siglos XIX y XX. Nunca llegaremos a comprender enteramente ese pasado. Tan difícil es dejar caer las lentes de nuestro propio tiempo.




Los vettones, sus castros y sus verracos, forman parte de mis pequeñas obsesiones. Paisaje duro, frío y agreste. El valle es todo lo contrario, feraz y fértil. Los ganados pastan aquí bajo la atenta vigilancia de zagales, mayorales y pastores. De los vettones a La Mesta, de Alfonso X al chuletón de Ávila. Nadie recuerda cuando comenzaron a pastar las primeras vacas por estas tierras.


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