viernes, 17 de mayo de 2019

PONTEVEDRA.



Una pequeña y hermosa ciudad de casas blasonadas, iglesias, soportales y plazas, Pontevedra posee un casco histórico pequeño, concentrado y muy bien conservado. Un más que interesante patrimonio histórico-artístico.



Cuentan las leyendas que Teucro, uno de aquellos valerosos héroes que combatieron en el épico asedio de Troya, llegó hasta estas tierras guiado por una sirena llamada Leucoiña. Y en estos lares fundó una ciudad para el futuro, Pontevedra.



La historia, siempre más prosaica, admite, no sin debates, que la ciudad fue fundada por los también conquistadores, romanos. Quizá por eso, su nombre, Ponte Vetera – entiéndase Puente Viejo – procede de la lengua latina.



La situación estratégica de Pontevedra, junto al mar y al borde de una vía romana, la XIX, la convierten en una ciudad de paso obligado, un punto clave en el Camino Portugués a Santiago, y la capital urbana de las Rías Baixas.



El llamado Ponte Vetera - o puente o burgo - cruza el río Lérez, la arteria vital pontevedresa.



Esa peculiaridad de ciudad de paso ha desarrollado un espíritu hospitalero que lo impregna todo. Pontevedra da de beber a quién pasa es un dicho que expresa claramente la hospitalidad con la que los vecinos de la ciudad reciben al que llega.

Pontevedra no suele estar en los planes de quienes viajan a las Rías Bajas. Pero debería. Pequeña y soñadora, situada tierra adentro, en la cabeza de una ría con verdes colinas al fondo, la vieja Pontis Veris o Duos Pontes del Itinerario Antonino luce un balsámico look medieval preservado de los horrores urbanísticos que han asolado otras capitales de provincia de España, con callejuelas de puro granito, jardincillos de camelias y plazas encantadoras donde antaño se vendía leña o verdura y hoy se sirven platos de alta cocina.
Viaje al Corazón de España.
Fernando García de Cortázar.

El gremio de los mareantes consiguió prestigio, poder y riqueza, transformándose en un dinámico patriciado urbano durante el paso del Medievo a la Edad Moderna.



Su época de esplendor, y de ello son recuerdos los edificios que forman su casco viejo, se desarrolló en los siglos XV y XVI gracias al puerto y a la lucrativa pesca de la sardina. Por estos tiempos llegó a convertirse en la mayor población gallega. En el siglo XIX – 1833 – fue declarada capital de provincia. Ya en el siglo XX vive a la sombra industrial de Vigo.




El caso viejo pontevedrés guarda un variado patrimonio arquitectónico, organizado a partir de sus numerosas plazas (de las Cinco Calles, A Ferrería, de la Leña y de la Verdura), sus soportales y sus vetustos callejones. Entre los edificios religiosos destacan la Peregrina, el convento de San Francisco, las ruinas de Santo Domingo y la basílica de Santa María la Grande.




Las callejuelas que rodean la basílica formaban parte de la antigua judería pontevedresa. La Virgen de la O, patrona de la ciudad y protectora de los buenos partos se custodia en esta iglesia jesuita del siglo XVIII. La plaza de la Verdura antiguamente conocida como Feira Vella por el mercado que en ella se celebraba. Durante años, todas las mañanas se vendían aquí frutas, verduras y hortalizas.





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