Un bello arco
medieval perforado en la muralla daba acceso a la plaza donde durante
siglos se celebraba el mercado de Saint Jean pied de Port. Carros sobrecargados (y
un poco destartalados) pasaban con dificultad por esta preciosa
puerta ojival. Mercaderes ambulantes, comerciantes locales, arrieros,
campesinos, curiosos, pastores, artesanos durante unas pocas horas
invadían la pequeña plaza. Podemos imaginar la afluencia de gente,
los ruidos y los olores un día de mercado en los alrededores de la
puerta de Navarra.
Esta
frenética actividad reportaba pingües beneficios económicos. Las
personas que llegaban a la ciudad tenían la obligación de abonar un
derecho de entrada. Para asegurarse de que eso fuera así estaba el
recaudador de impuestos, comisionado del rey para hacer efectivo el
cobro de peajes y tasas sobre las mercancías vendidas (lejos
estábamos del Mercado Común).
Zapateros,
tejedores, toneleros, sastres, sombrereros, ebanistas, herreros,
curtidores, carniceros, charcuteros, guarnicioneros montaban sus
tenderetes en la puerta de sus casas y negocios . . . las huellas de
los gremios aún son visibles en los dinteles de algunos edificios.
El mercado
aglutinaba todas las riquezas locales: manufacturas de lana, los
curtidores a orillas del río Nive, las explotaciones forestales del
bosque de Iraty, los criaderos de cerdos (u la fabricación del
jamón), las canteros de gres rosa, los productos que traían los
pastores de las montañas (queso y lana), la sal, los viñedos, el
grano de cereal.....
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