Ixión, hijo de Flegias, el rey lapita, convino en casarse con Día, hija de Deyoneo, le prometió ricos regalos de boda e invitó a Deyoneo a un banquete, pero preparó delante del palacio una trampa con un gran fuego de carbón vegetal debajo, y el confiando Deyoneo cayó en ella y se quemó.
Aunque los dioses menos importantes lo consideraron una acción nefanda y se negaron a purificar a Ixión, Zeus, que obraba igualmente mal cuando se enamoraba, no sólo le purificó, sino que además lo llevó a comer en su mesa.
Ixión era desagradecido y se propuso seducir a Hera, a quien, según suponía, le agradaría tener la oportunidad de vengarse de Zeus por sus frecuentes infidelidades. Pero Zeus adivinó las intenciones de Ixión y dio a una nube la forma de una falsa Hera con la que Ixión, que había bebido demasiado para descubrir el engaño, satisfizo su deseo. Zeus le sorprendió in fragranti y ordenó a Hermes que lo azotase sin piedad hasta que repitiese las palabras: «Los benefactores merecen ser honrados», y luego lo ató a una rueda ardiente que gira sin cesar por el firmamento.
La falsa Hera, llamada luego Neféle, dio a Ixión como hijo el proscrito niño Centauro, del que se dice que cuando llegó a la edad viril engendró caballos-centauros con yeguas magnesias, de los cuales el más célebre fue el docto Quirón.
Robert Graves.
Los Mitos Griegos.
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