Las montañas
(sierras y cordilleras) se originan durante las orogénesis, unos
procesos en los que se pliega la corteza terrestre empujándola hacia
arriba. Las orogénesis se producen en los lugares donde convergen
dos placas tectónicas, esas zonas de choque se ven sometidas a una
presión tan enorme que comprime los sedimentos de los fondos
oceánicos, provocando que se plieguen y formen montañas. Se trata
de procesos lentos que pueden durar unos 100 millones de años.
Las montañas
jóvenes son elevadas y abruptas, mientras que los viejos macizos son
bajos y presentan formas redondeadas. Esto es así por el paso del
tiempo y por la acción continuada de los agentes erosivos,
especialmente el agua y el viento.
El agua
penetra en las grietas, cuando se hiela aumenta de volumen,
ejerciendo tal presión que la roca termina quebrándose
(gelifracción). Los fragmentos caen ladera abajo y se van
acumulando. Las siguientes lluvias y nevadas descienden montaña
abajo y dan continuidad al proceso, empujando piedras y cantos hacia
los arroyos y torrentes. Estos cursos de agua arrastran esos restos,
y erosionan más las rocas por donde pasan. Después de muchos
millones de años, la montaña habrá desaparecido.
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