Desde el centro del patio
podemos maravillarnos con las preciosas cubiertas de madera, este
Hotel Dieu fue fundado como hospital para atender a heridos y
enfermos durante la interminable Guerra de los Cien Años.
Las tejas esmaltadas que lucen
los tejados del patio se han convertido, por derecho propio, en
auténtico símbolo de Borgoña. El fundador destinó toda su fortuna
a construir una obra que lo sobreviviera, y pudiera sorprender a las
generaciones futura. Su función era mucho más prosaica, atender a
los más necesitados. Un hospital para el reposo y la curación de
enfermos pobres.
Nicolás Rolin, su fundador,
era el canciller de Felipe el Bueno, el duque de Borgoña. Tras la muerte de Nicolás, su viuda Guigone de Salins, continuó su labor al frente del hospital.
El acta de fundación fecha su
apertura el 4 de agosto de 1443. Una congregación de monjas se
ocupaba el cuidado de los enfermos.
En el siglo XVIII los
revolucionarios se hicieron con el hospital, eliminaron los elementos
religiosos e incluso profanaron la tumba del fundador.
Había unas treinta camas a
disposición de pobres, peregrinos y necesitados varios.
Desde el siglo XV el hospital
está dotado de unos viñedos, cuyos beneficios se utilizan para
sufragar los gastos.
Por estos pasillos debían
pasear los enfermos convalecientes, tratando poco a poco de recuperar
fuerzas y energía para continuar con sus vidas.
Un cercano huerto y una pequeña
granja con gallinas, ovejas y algunas vacas suministraban alimentos
suficientes para todo el hospital.
Todas las mañanas las monjas
repartían a la puerta de los hospicios pan blanco que elaboraban con
dedicación en estas cocinas.
Como el boticario solía vivir
lejos (al igual que el médico) las propias hermanas aprendían a
preparar los medicamentos.
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