Al filo de
la medianoche del martes 9 de noviembre de 1518 un violento terremoto
sacudió la ciudad de Vera, situada en el levante almeriense. Cuentan
las crónicas de la época que sólo quedó en pie una pequeña
capilla de la iglesia y que la mayoría de la población pereció
aquella aciaga noche. El terremoto que destruyó la antigua Vera fue
el último de una serie de seísmos que se iniciaron el verano
anterior, concretamente el 10 de junio, y que afectaron, en mayor o
menor medida, a muchas de las localidades circundantes: Albox,
Cantoria, la propia Vera, Huércal Overa, Lorca o Cuevas del
Almanzora.
En la ciudad
de Vera se produjeron dos sacudidas muy seguidas que destruyeron la
práctica totalidad de la población. Según el testimonio de un
superviviente: “acabado de pasar el terremoto luego vino otro
casi tan grande como el primero de la mesma manera que acabó de
derribar todo lo que quedaba enhiesto”. Cómo suele suceder, la
naturaleza no avisa de la catástrofe que se avecina, y los vecinos
no tuvieron tiempo de reaccionar. Uno de ellos declaró: “antes
que se pudiera levantar de la cama les cayó toda la casa encima”.
En la cercana Mojácar tan sólo se sintió un único temblor de
cierta intensidad aunque el castillo y las defensas de la ciudad
quedaron en un estado ruinoso.
El nivel de
destrucción fue tal, que los historiadores no dudan en admitir que
existe un antes y un después de noviembre de 1518, en esa fecha
terminó definitivamente la Edad Media y dio comienzo la Edad
Moderna. Se calcula que en Vera fallecieron no menos de 150 personas,
con un elevado número de heridos sin determinar. Los daños
materiales fueron de tal magnitud que no quedó nada en pie. El
castillo que coronaba el cerro se vino abajo en su totalidad, se
derrumbaron torres y murallas, las peñas se abrieron y lo que antes
era una concurrida población acabó convertida en poco minutos en un
solar lleno de escombros. Y como las desgracias nunca vienen solas,
la fuente de Vera se secó completamente después del temblor de
tierra, añadiendo más dramatismo a la situación. La falta de agua
en una tierra, de por sí árida, influyó de forma determinante a la
hora de elegir un nuevo emplazamiento.
La antigua
población de Vera (denominada Barya) estaba encaramada en un cerro,
conocido en la actualidad como “Espíritu Santo”, su
origen era musulmán y los cristianos hacía poco tiempo que habían
llegado (conquista cristiana). En noviembre de 1518 quedó completamente devastada, pero el
ser humano siempre ha demostrado su capacidad de superación y tres
de los pocos supervivientes, fundaron, esta vez en la llanura, la
ciudad actual de Vera (renacentista y moderna). La leyenda cuenta que
lanzaron una flecha y allí dónde cayó levantaron la nueva
población.
Durante los
años posteriores al terremoto, la corona – representada por el
corregidor de Vera y Guadix Francisco de Castilla - se implicó
activamente en la refundación de la ciudad, decidiendo la
construcción de una iglesia fortaleza que pudiera servir también
contra las incursiones de los piratas berberiscos, pero esa historia
la dejaré para otro día.
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