martes, 15 de abril de 2025

BASILISCO, REY DE LAS SERPIENTES.

 



Bestia fantástica e imaginaria cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Una criatura legendaria con cuerpo de reptil y cabeza de gallina, incubada por un sapo en un ambiente húmedo y cenagoso. Un ser mítico presente en culturas y pueblos diversos, lejanos entre sí, historias, cuentos y leyendas reinventadas una y otra vez, una fuente inagotable de aventuras, anécdotas y encuentros desgraciados. Las personas siempre hemos tenido un fuerte sentimiento de atracción-repulsión por estas extrañas criaturas de rasgos reptilianos. Los griegos – siempre ellos – lo denominaban “Pequeño Rey”, de su aliento, y especialmente de su fría mirada, brotaba un poderoso veneno que petrificaba los corazones. Isidoro de Sevilla se refería al basilisco como “el rey de los serpientes”.



El famoso caballero de los espejos debe su nombre a un duelo épico que sostuvo con uno de estos basiliscos. El caballero protegió su cuerpo con una armadura reflectante, capaz de devolver el veneno a la alimaña.



El mito del basilisco – como el de otras criaturas similares – trasciende épocas y culturas, y su creación es la respuesta atávica a una serie de hechos de complicada explicación como plagas, epidemias, desapariciones misteriosas o desastres naturales. Su existencia no es más que la materialización de ese miedo a los desconocido que anida en el alma humana. Los poderes del basilisco, de una profunda sensibilidad poética, ocultan una de las más sabias enseñanzas para las personas, el veneno más poderoso es nuestro propio reflejo, el miedo atróz a vernos tal como somos, simples e insignificantes seres mortales.

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