A
media tarde, bajo una intensa lluvia estival, llegamos a Nejdek, a
los pies de los Montes Metálicos, una pequeña población checa
situada muy cerquita de la ciudad balneario de Karlovy Vary. El
viento susurra los cuentos de los bosques de Bohemia. Las aguas de
cualquier río o arroyo reproducen, al unísono, las voces del
Vltava.
Nuestra
casita en Nejdek. En esta pequeña población comenzamos nuestra
incursión por tierras de Bohemia. Al encuentro de sus famosos
bosques.
Cerné
silné pivo Pekelnik. En el país de la cerveza, Belcebú me ofreció
una elaborada por sus acólitos en el infierno. Una cerveza negra de
13º para que oyera mejor los susurros del Vltava.
Nejdek,
en alemán Neudek, con unos 8.000 habitantes, se localiza en el
macizo de los Montes Metálicos, encajonado en el valle del Rolava.
El Rolava es un afluente del Ohre, que a su vez vierte sus aguas en
el Elba. Cerca de la frontera con Alemania y del triángulo de oro de
los balnearios formado por la citada Karlovy Vary, Mariánské Lazne
y Frantiskovy Lazne.
Nejdek
hace su aparición en la historia a mediados del siglo XIV. La
primera mención documental data de 1340. La historia de la ciudad
está vinculada con la actividad minera. En la cercana aldea de
Tisova aún quedan vestigios de los trabajos de extracción.
La
ciudad y el campo acaban fundiendo en las calles de Nejdek. Justo
detrás de casa, al otro lado del Rolava comenzamos el ascenso al
Tisovsky Vrch, un monte que se eleva sobre la ciudad.
Los
primeros tramos coinciden con la subida al calvario, las doce
estaciones del Vía Crucis. Tardamos poco más de una hora en
alcanzar la cumbre. Unos cinco kilómetros de subida y un desnivel de
436 metros.
Algún
vecino de la zona ha dejado un par de jarras colgadas de un árbol
,para que los caminantes puedan beber con gran comodidad, de una
fuente natural.
Montaña
y bosque. La cumbre ,Tisovsky Vrch (997 metros), está coronada por
una vieja torre de vigilancia, construida en piedra a finales del
siglo XIX, por los mineros que trabajaban en la zona.
Nos
situamos en Tisova, un asentamiento de cierta importancia, cuyos
habitantes explotaban los yacimientos de estaño. El nombre del
pueblo probablemente se refiera a los bosques de tejo, que alguna vez
crecieron por aquí. Actualmente
Tisova es un bucólico espacio residencial, de bonitas casas con
porche y jardín.
La
iglesia consagrada a San Martín de Tours, de suaves tonos pastel y
formas barrocas, es un templo situado en uno de los lugares más
destacados de Nejdek.
Ildefonso,
Mikulas, Metodio y Vojtech.
Toda
ciudad medieval que se precie de serlo debe disponer de un castillo.
O al menos las ruinas de uno.
Sobre
la roca el torreón. La conocida como Torre Negra es lo único que
queda en pie del castillo del siglo XIV. Ruinas que no dejan de tener
su encanto.
Una
de las grandes personalidades nacidas en Nejdek fue Ignac
Sichelbarth. Misionero jesuita y pintor checo que llegó a China en
el siglo VXIII y alcanzó el estatus de mandarín. Contribuyó a
popularizar la pintura europea en el país asiático.
No
es una ciudad turística, ni especialmente bonita, pero durante cinco
días nos hemos sentido unos vecinos más de Nejdek. Aunque no
tengamos ni idea de hablar checo. Las compras en el súper, los cafés
de la máquina o las cervezas en el Hotel Restaurante Anna.
Las
subidas a la montaña, las tardes frescas en casa y las carreras
matutinas a orillas del Rolava. Nuestra casa de alquiler ha sido un
auténtico hogar para todos nosotros.
Chicas
menos jóvenes que maduras fuman durante el descanso del trabajo.
Tonos grises. Parece mi barrio, donde quedan muchas víctimas de las
drogas, el alcohol y el desempleo. Víctimas del siglo XX que han
sobrevivido en lo que llevamos de XXI convertidos en zombies.
Poco
ruido, ambiente tranquilo, pero cierra sensación de tristeza
generalizada. Eso en el centro de la ciudad. Otro mundo son las casas
de campo que se distribuyen montaña arriba.
La
zona del valle, donde se amontonan fabricas y empresas, que no se si
siguen funcionando, parece deprimida. Sin embargo, las aldeas
dedicadas al sector primario, aparecen llenas de color y de alegría.
Siempre
con una sonrisa dibujada en la cara.

La
impresión es una ciudad deprimida económicamente, con muchas
personas con problemas físicos, mentales y probablemente de
exclusión social. Rostros serios, miradas ajenas. Nadie sonríe. No
sé si es parte de la esencia eslava en general, o de Nejdek en
particular. Gente educada y correcta, eso sí. Pero fumadora hasta el
hartazgo. No quiero tirar de tópicos, ni de lecturas añejas. Trato
de ser objetivo. Mi estancia aquí ha sido cómoda, agradable y muy
satisfactoria. Y si pudiera, volvería encantado a Nejdek. Hay al
menos un hotel con muy buena pinta. Y dos restaurantes, al menos, que
merecen tal nombre. Algunos restaurantes orientales y una pizzeria
kebab. Varias tiendas regentadas por orientales, como en todas partes,
y un supermercado en el que no falta de nada. Apenas queda gente
joven, salvo cinco chavales que pasean al caer la tarde y suelen ser
un poco molestos. Cosas de la edad. A los pies de los Montes
Metálicos, en los Sudetes, este pueblo ha tenido que sufrir mucho en
los últimos cien años. Un invierno aquí tiene que ser oscuro,
largo, frío y muy duro.
Las
aguas del Rolava aun tienen mil historias que contar.