Una villa con solera. Las rapaces se enseñorean en las llanuras. Cigüeñas por doquier. Pajarillos que desarrollan una actividad frenética durante las primeras horas del alba. Esta es una tierra azotada por el viento. La iglesia y el rollo (o picota) marcan el centro geográfico del pueblo. Un espacio que tiende a ser circular. Una villa instalada en la llanura, favorecida durante la época de los Condados y repoblada por Fernán Armentalez.
Pequeña población con interesantes bóvedas excavadas bajo tierra. Viejos palomares, que se resisten a morir, en las afueras del pueblo. Podemos comprar los escasos 200 habitantes actuales, con los 1100 pobladores que tuvo en el siglo XVI, su momento de mayor esplendor. En esa época hubo aquí dos hospitales de peregrinos, uno de ellos dedicado a Santiago.
Lo más destacado es su rollo gótico de la justicia de bella factura, del siglo XV o principios del XVI. Considerado el más vistoso e importante de la provincia. En su decoración podemos admirar las conchas del peregrino debido a su ubicación en pleno Camino de Santiago.
Junto al Rollo se alza la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XVI. Proyectada con cierta envergadura, el desarrollo de las tres naves pudo tropezar con problemas presupuestarios, por lo que fueron rematadas sin terminar en el siglo XVIII. Por este motivo el templo quedó más corto de lo que había sido proyectado.
Aquí en Boadilla podemos contemplar la arquitectura típica y tradicional de la región, de barro, arena y agua. No puedo evitar tararear en mi mente la sintonía de aquel programa de TVE Viento, Madera y Barro.
Albergue En el Camino, un albergue imbuido como otros, de una especie de espíritu hippie, libertario y en cierto sentido, anarquista. Un oasis en medio de la paramera palentina.
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