Antes de llegar a Los Arcos (a diez kilómetros de la entrada), en la lejanía, en una colina que se levanta por encima de los campos de labor, en el pueblo de Sorlada, se encuentra la Basílica de San Gregorio, uno de los conjuntos más sobresalientes del barroco navarro.
La basílica se levantó en honor a San Gregorio, obispo de Ostia, legado en España del papa Juan XVIII, que ordenó sacerdote a Santo Domingo de la Calzada. Posiblemente uno de los primeros peregrinos a Santiago.
En el interior de la basílica se conserva una reliquia de Gregorio, su cráneo, de quien se cuenta una conocida leyenda sobre agua milagrosa que ahuyenta las plagas de los campos.
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