1789 marca el comienzo de la Revolución Francesa y el principio del fin para la monarquía absoluta. Monarquía parlamentaria, imperios y repúblicas se fueron sucediendo sin solución de continuidad hasta la derrota en Sedán frente a las tropas de Prusia. La caída del Segundo Imperio fue preludio del asentamiento de la República, pero es de necios pensar, que la idea de monarquía fuer borrada del mapa francés. La Primera Guerra Mundial motivó una exaltación del patriotismo que vino acompañada por una serie de posturas reaccionarias. En este contexto surge Action française, un partido ultraconservador, al que desde los primeros momentos se afilió Charles Maurras, un político y poeta de ideas contrarrevolucionarias y ultraconservador, monárquico y católico, precedente de algunas ideas de los fascismos, que encontró en Juana de Arco un símbolo que recogía lo más esencial de su pensamiento. En el mes de Mayo de 1920, la Doncella de Orleans, era elevada a la Santidad por Benedicto XV e inmediatamente convertida en un referente para los grupos monárquicos y antiparlamentarios. También para los antisemitas. La Santa Guerrera representaba la continuidad con el pasado medieval y expresaba a la perfección la voluntad revisionista de Maurras y los suyos, y al tiempo se convertía en un poderoso acicate en la reivindicación de las regiones perdidas (y eternamente disputadas con Alemania) de Alsacia y Lorena. Cien años más tarde, en este siglo XXI de locos, que parecen pretender una involución total, los monárquicos franceses (un grupo muy residual) enarbolan la bandera de Juana de Arco para pedir la restauración de la Corona en Francia.
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