La Sierra del Perdón, en las inmediaciones de Pamplona, fue en tiempos recientes, el triste escenario de la barbarie humana, del descontrol de los instintos más bajos y la maldad más absoluta, materializado en el fusilamiento de un centenar de personas entre 1936 y 1937, por la represión desencadenada tras la sublevación militar del '36. Este lugar, en la carretera que une Pamplona con Estella, se convirtió en un punto donde se interrumpía el traslado de presos a las cárceles de la ciudad. Presos que nunca llegaron a su destino. Numerosas asociaciones se niegan a que estos acontecimientos queden en el olvido y promueve que la memoria colectiva recuerde que el único delito de estas víctimas fue pensara diferente a sus ejecutores. Un sencillo monumento que nos muestra (a aquel que quiera verlo) hacia donde nos conducen los fanatismo.
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