Se aproximaba el final de la Edad Media y los europeos, por fin, se aventuraban más allá de la última frontera, el Océano Tenebroso, el desconocido e inabarcable Atlántico. Antes de llegar a América se conquistaron islas y archipiélagos, que hasta entonces eran prácticamente desconocidos. Uno de esos decididos aventureros fue Jean de Bethencourt.
Jean de Bethencourt era un caballero normando, mitad marinero, mitad pirata, y en 1402 comenzó la conquista señorial de las Islas Canaria, acometiendo el desembarco y la conquista de Lanzarote, El Hierro y Fuerteventura, en apenas tres años.
El explorador nacido en Normandía, tierra de marineros y corsarios, después de ocupar las islas, acudió a la corte del monarca Enrique III de Castilla, para rendirle vasallaje y conseguir así conservar sus posesiones.
Jean de Bethencourt también probó fortuna en la Gran Canaria mejor defendida, y en 1405 intenta el asalto de la isla reforzando con tropas castellanas. El choque entre los conquistadores y los aborígenes se produjo en Arguineguín. Los canarios derrotaron a los asaltantes y detuvieron este primer intento de invasión, aunque perdieron a su guanarteme, Artemi Semidán, en el envite.
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