¡Oh dios
Coso, señor supremo de la guerra, vencedor en mil batallas, acepta
este sacrificio! ¡El cuerpo del caballo se integrará en tu
ejército, la sangre del enemigo te servirá de alimento! ¡Nos
lanzamos al combate invocando tu nombre, y en la victoria te
agradecemos tu ayuda! ¡Fortísimo dios Coso acepta nuestro
sacrificio!
Los
astures, los cántabros y otros pueblos del Noroeste peninsular
creían en un dios denominado Coso, o Cosus, que los escritores
grecorromanos asimilaron a su dios de la guerra Ares/Marte. El
geógrafo Estrabón cuenta que “sacrifican a Ares un
chivo, prisioneros de guerra y caballos. También hacen hecatombes al
modo helénico”.
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