El hospital
de peregrinos de Roncesvalles es la auténtica razón de ser de esta
población pirenaica. El continuo fluir de peregrinos a través del
Pirineo, que llegaban (y llegan) sudorosos, mojados y exhaustos,
obligó a construir un albergue (u hospital) para acogerlos.
Esta
institución fue fundada (siglo XI/XII) por el obispo de Pamplona
Sancho Larroso que contó con el beneplácito del rey de Aragón y de
Navarra Alfonso I el Batallador. El edificio actual es de finales del
siglo XVIII.
Desde su
origen estuvo a cargo de los canónigos regulares de San Agustín.
Los monjes recibían de buen grado a paganos, judíos, herejes y
vagabundos, porque al fin y al cabo ¿no somos todos hijos del mismo
padre?
Según un
poema del siglo XIII a los peregrinos se les lavaba los pies, se les
hacía la barba y cortaba el cabello, y se preparaban baños
reparadores a quienes lo solicitasen. El hospital estaba equipado con
lechos limpios y blandos, y a los enfermos que llegaban se les
trataba con cuidados especiales.
En la
puerta siempre quedaba alguien que ofrecía pan a todo el que, por
delante, pasaba.
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