Bajo
techo sagrado, un enclave consagrado por los sacerdotes del Culto a
los Dioses Primigenios, sobre la Piedra Circular iluminada por los
primeros rayos solares de la mañana, el acero se convierte en
prolongación física y espiritual de los honrados caballeros que han
acudido a la cita desde todos los rincones del reino. Un espacio sin
principio ni fin, donde todos los hombres son eso, simplemente
hombres, y la corona de oro no significa nada. Hombres leales que se
miran a los ojos, caballeros andantes que han forjado su libertad
espada en mano. Con este Juramento de las Espadas quedan vinculados
los unos a los otros por los tiempos de los tiempos.
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