Joyas, tocados y perfume para
significar su importancia social. Su mirada es tan enigmática (o
más) que la sonrisa de la Mona Lisa. Desde un lejano más allá, la
piedra trae su espíritu a nuestros días. ¿Qué pensará viendo
desfilar, cada día, a cientos de personas por delante de ella?. Sin
saberlo, seguimos adorándola.
Rostro inmortal de nombre
desconocido. Trascendió la imagen, la figura, el recipiente, pero se
perdió la referencia, olvidamos a quien represente realmente. Nada
tan famoso carece de nombre. ¿Princesa?, ¿Diosa?, ¿Sacerdotisa?.
¿Las tres a la vez? ¿Ninguna?. ¿Nos encontramos ante una
matriarca, la prueba definitiva del pretendido matriarcado estudiado
y descrito por Marija Gimbutas?.
En el fondo de la cuestión, no
importa quien fuese, lo verdaderamente significativo es que se trata
de una mujer, y por el tratamiento que recibió, tuvo que ser miembro
(que no miembra) importante para su grupo social. ¿En qué
desgraciado momento apartó el hombre a la mujer?. Malditos cien
veces los responsables de tal perversión.
La Venus de Willendorf, esta Dama
de Elche, Isis, Astarté, la Pachamama, hablan a las claras de la
preponderancia de la mujer en los albores de la Humanidad. Luego,
llegó el judaísmo y sus perversiones (Cristianimos e Islam), y
trataron de someterla, amordazarla y esclavizarla. Pero ahí sigue la
Virgen María, cuyo culto es más profundo y arraigado que el del
mismo Dios Padre. El que no quiera verlo, sigue estando muy ciego.
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