sábado, 2 de septiembre de 2017

LA PENÍNSULA IBÉRICA, ENCRUCIJADA



La situación y la posición del solar ibérico se conjugan para convertir nuestra Península en un lugar de encuentro de las más variadas influencias, en una verdadera encrucijada de hechos geográficos. En el clima y en la vegetación espontánea aparecen con claridad estas características, dentro del grupo de aspectos puramente naturales. Pero también para lo humano las tierras ibéricas son lugar de encuentrol, como plataforma de paso y, con frecuencia, de asentamiento de pueblos y culturas del más diverso origen. Hechos, todos, que la concreta configuración del territorio ayudará a materializar en cada caso, prestándole sus definitivas características.

Una encrucijada de hechos físicos.
El clima de la Península se puede concebir como una lucha casi continual entre las influencias atlánticas y mediterráneas; expresado de otro modo, entre el influjo de las depresiones y vientos húmedos que proceden del Océano y de la tendencia a la estabilidad característica del Mar interior, en particular durante determinados períodos del año. La primera influencia significa, como tendremos ocasión de precisar más adelante, una mayor pluviosidad y una más acusada inestabilidad atmosférica, en una palabra, constituye la verdadera promotora de la sucesión de tiempos meteorológicos. Todo lo contrario, con su tendencia hacia la sequía, viene representado por la segunda. En conjunto, y expresado en cifras medias, la ventaja, en buena parte de la Península, es para las influencias mediterráneas: incluso, en cuanto al régimen climático, el influjo del Este y del Sur es periódicamente casi total - con un tiempo seco, cálido y estable -, en concreto a lo largo del período estival. Pero a pesar de ello vale la pena subrayar, desde este momento, la importancia que en determinadas áreas y en ciertos momentos podrá tener la influencia atlántica.  

Una encrucijada de hechos humanos.
En el aspecto humano los hechos se repiten de una forma parecida, claro está, un mayor dinamismo. Por todos lados y por todos los caminos, las más diversas influencias y los más variados pueblos han irrumpido en la Península. 

¿Puente o bastión?.
Llegados a este punto cabe reflexionar, aunque sea brevemente, sobre el paradójico papel que la Península puede jugar en la Historia. La situación y la posición, entre dos mares y entre dos continentes, favorecen indudablemente las más variadas relaciones. La existencia de un complejo haz de influencias que del solar ibérico parte o hacia él confluyen, le convierten en una verdadera encrucijada. En ocasiones la penetración es tan profunda que llega a rebasar la Península toda: la invasión musulmana, desde el Sur, llega más allá del Pirineo; el proceso de la Reconquista, desde el Norte, puede concebirse como un movimiento de réplica que, una vez alcanzadas las costas meridionales, pretenderá ocupar el borde litoral de enfrente. La Península entonces aparece como un verdadero puente intercontinental, relativamente fácil de atravesar, como un enorme y ancho arco al que, en definitiva, sólo le falta una insignificante dovela, la que corresponde al estrecho de Gibraltar.

Otras veces, en cambio, parece como si las dificultades de penetración se acrecentasen. En este caso, las influecias son poco profundas, quedan limitadas a las cercanías del litoral o de las puertas del Istmo o del Estrecho. Unida a su posición marginal, la configuración del relieve ibérico, tan singular, aparece entonces en el primer plano. La Meseta, sobre todo, muestra en este caso su recia personalidad: surge como un mundo en sí mismo, un robusto y elevado castillo central, una mole casi inexpugnable. Incluso todo el solar hispánico puede llegar a convertirse en una especie de bastión de difícil penetración. Es en este sentido que Teobaldo Fischer hablaba del "aislamiento peninsular", en oposición a lo que pueda ocurrir en otras tierras mediterráneas europeas. Pero conviene no tomarlo como una constante, sino más bien como una fase de vivo contraste en comparación con las de amplia apertura.

Intentemos concretar: ¿la Península ibérica es un fácil puente o un bastión inexpugnable'. La adecuada respuesta, está bien claro, no puede deducirse de una simple reflexión sobre los rasgos físicos expuestos. La posición del solar ibérico más bien tiende a lo primero, la configuración interna favorece a lo segundo. El estudio de los hechos humanos mostrarás la existencia de encontradas respuestas, que no pueden reducirse a un sencillo esquema. Incluso el análisis de cada unidad de relieve o de cada posible puerta de penetración nos ofrecerá paradójicos resultados. El estrecho de Gibraltar, por ejemplo, que puede presentarse como un paso fácil, es a veces rígida frontera, para perfilarse, en otras ocasiones, el intento de ser el eje de un estado encabalgado sobre el mar. En el Pirineo ocurre lo mismo, en una serie de posibilidades que, en un momento u otro, han tenido su vigencia: linde absolutamente cerrado unas veces, para ser más adelante simple tamiz de pueblos e influencias o para acabar mostrándose, en otras ocasiones, como un vivo eje de relaciones.
Juan Vilá Valentí

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