La
tropa avanza despacio por el tupido bosque, los hombres están
exhaustos por el prolongado ascenso, garganta seca y piernas pesadas,
las bestias que cargan con la impedimenta deben ser azuzadas para que
continúen caminando, los árboles van cerrando el paso, la senda es
cada vez más estrecha. El Sol hace mucho rato que alcanzó su cénit
y comenzó a descender lentamente. Todo estaba en calma y nada hacía
presagiar lo que estaba a punto de suceder. Un grito estridente, un
rumor de pasos y una profusa lluvia de piedras y dardos que cayó
sobre la columna. Enormes rocas bajan rodando la ladera desbaratando
la formación y una horda de aguerridos vascones, surgida de las
entrañas mismas de la tierra, se lanza ululando a masacrar a los
sorprendidos soldados. Un par de horas más tarde los cadáveres
francos aparecen esparcidos por las cumbres pirenaicas, mientras sus
verdugos regresan con premura a sus refugios.
Verano
del 778, 15 de Agosto, la retaguardia del ejército de Carlomagno,
dirigida por Roldán (y los Doce Pares de Francia) es aniquilada por
los vascones en algún angosto desfiladero de los Montes Pirineos.
Aquella escaramuza, pues no puede denominarse batalla a lo que en
realidad fue una emboscada, acabó convertida en obra cumbre de la
épica literaria medieval, el Cantar de Roldán – Chanson de Roland
– y en la partida de nacimiento del Reino de Navarra.
"Mientras
se combatía contra los sajones en esta guerra interminable y sin
apenas tregua, Carlos hizo colocar guarniciones a lo largo de los
puntos estratégicos de las fronteras y a continuación atacó
Hispania con el mayor contingente bélico de que dispuso. Atravesó
el desfiladero de los Pirineos, acepto la rendición de todas las
fortalezas y castillos que asaltó y volvió con el ejército sano y
salvo si se exceptúa que, a su regreso, tuvo ocasión de
experimentar súbitamente la perfidia vascona en las mismas cumbres
de los Pirineos. En efecto, cuando el ejército avanzaba en larga
columna, a lo que obligaba el desfiladero, los vascones, emboscados
en lo alto de los montes -pues éste es un lugar idóneo para
preparar emboscadas dada la espesura de sus numerosos bosques- se
precipitaron sobre los carruajes que marchaban en último lugar y
sobre los que protegían el grueso del ejército cubriendo la
retaguardia y los arrojaron al fondo del valle. Una vez entablado el
combate, mataron a todos sin excepción y, después de saquear los
bagajes, se dispersaron con gran rapidez al amparo de la noche que ya
empezaba a caer. En este caso favorecía a los vascones la ligereza
de su armamento y la disposición del terreno en el que la batalla
tuvo lugar; a los francos, por el contrario, la pesadez de su
armamento y la irregularidad del terreno los dejó en situación de
total inferioridad frente a los vascones. En esta batalla hallaron la
muerte, entre otros muchos, el senescal Egihardo, el conde de palacio
Anselmo y Roldan, prefecto de la marca de Bretaña. Y ni siquiera se
pudo vengar de inmediato este revés porque el enemigo, al acabar el
combate, se dispersó tan rápidamente que no quedó indicio alguno
de dónde se le podía buscar".
Eginardo. Vida de Carlomagno.
Del
mismo modo que los asturianos tienen Covadonga, los navarros tienen
Roncesvalles. Los vascones para defender su independencia dieron a
Carlomagno una lección que tardaría en olvidar.
♦ Prólogo
en Alemania.
En
el año 777 los musulmanes del Valle del Ebro mandaron una embajada a
Carlomagno encabezada por el valí Sulayman al – Arabí. El
encuentro se produjo en Paderborn. Por aquella época el rey de los
Francos presumía de una trayectoria victoriosa en sus guerras contra
sajones, lombardos y gascones, de manera que Sulayman al – Arabí
pensaba que era el aliado ideal para enfrentarse al emir cordobés
Abderramán I. Como recompensa el embajador musulmán ofrece a
Carlomagno un suculento presente, la ciudad de Zaragoza.
♦ Una
campaña estival.
Carlomagno
decide inmiscuirse en los territorios transpirenaicos y de paso
desplazar sus frontera más hacia el sur, para ello organiza una
expedición al valle del Ebro. Esta maniobra se corresponde con la
típica campaña estival que solían emprender los reyes francos.
El
futuro emperador reúne un heterogéneo ejército formado por
lombardos, francos, burgundios y frisones, y emprende la marcha. Las
tropas serán divididas en dos cuerpos de ejército, que atravesarán
la cordillera pirenaica por dos lugares diferentes, para en un
movimiento de tenaza, converger en Zaragoza. Uno de ellos, dirigido
por el duque de Tolosa, atravesó los Pirineos por Gerona, para
llegar a Zaragoza vía Barcelona. El otro, encabezado por el propio
emperador, cruzó la cordillera por Roncesvalles y Pamplona. La ruta
que siguió Carlomagno es posible que se corresponda con el
itinerario que utilizaban los peregrinos jacobeos al cruzar los
Pirineos.
“El rey Carlos, nuestro
emperador, el Grande, siete años enteros permaneció en España:
hasta el mar conquistó la altiva tierra. Ni un solo castillo le
resiste ya, ni queda por forzar muralla, ni ciudad, salvo Zaragoza,
que está en una montaña. La tiene el rey Marsil, que a Dios no
quiere. Sirve a Mahoma y le reza a Apolo. No podrá remediarlo: lo
alcanzará el infortunio”.
Cantar de Roldán.
Carlomagno
se presentó ante las murallas de Zaragoza con la intención de tomar
posesión de la ciudad, pero el valí Marsil, se negó a dejarlo
pasar. Carlos encolerizado puso sitio a la plaza. Los francos se
estrellaban una y otra vez contra la vieja muralla romana. Y así
transcurrió un largo mes.
♦ Casus
belli.
El
tiempo corría a favor de Zaragoza, el verano se iba acabando y
pronto los pasos pirenaicos estarían intransitables. No quedaba más
remedio que levantar el sitio y regresar a casa. El proyecto de
Carlomagno de establecer la frontera al sur de los Pirineos había
fracasado.
Ofuscado,
y para liberar tensión entre sus hombres, en la retirada ataca
Pamplona y destruye sus murallas, para doblegar su voluntad y poner
fin a la oposición de los vascones. Buscaba una victoria para subir
la moral y volver a casa con algo en los bolsillos. Los deseos de
venganza no tardarían en ser satisfechos.
♦
Emboscada.
El
14 de agosto el ejército franco, esta vez en un sólo cuerpo, acampó
a los pies de los Pirineos, en un algún lugar amplio y llano,
última barrera entre este tierra inhóspita y el hogar.
El grueso
del ejército madrugó para encarar los terribles puertos por la
mañana temprano. La retaguardia iniciaría la marcha bien entrado el
medio día.
Trescientos
vascones esperaron pacientemente emboscados en el bosque la llegada
de la retaguardia que estaría compuesta por unos mil hombres. Los
vascones tenían experiencia militar suficiente y supieron sacar
ventaja del conocimiento el terreno. Una andanada de piedras y dardos
sirvió para desorganizar el ejército, cuyos hombres acumulaban
cansancio tras varias horas de marcha por la montaña. Un ejército
que había conquistado media Europa, pero que llegó fatigado a la
cumbre, fue completamente aniquilado en poco tiempo.
Los
Annales
Regii
escritos en el 801 es la fuente más antigua que tenemos sobre la
batalla: "En el somo del desfiladero,
los vascones, emboscados en las alturas, atacaron al ejército en
tumulto. Aunque los francos eran manifiestamente superiores a los
vascos en armas y en valor, fueron dominados por ellos a causa del
carácter desigual de las posiciones y de la manera también desigual
de combatir. La mayor parte de los capos [altos oficiales] de
palacio, a los cuales había dado el rey el mando de sus tropas,
perecieron en esta acción; fueron robados los equipajes, y el
enemigo, favorecido por el conocimiento que tenía del lugar, se
dispersó de inmediato".
A
partir de aquí la bruma del tiempo cubrió lo sucedido, no existe
documento que señale el lugar de la batalla, la tradición oral se
convirtió en cantar de gesta (donde los vascones mutaron en
sarracenos) y de boca a boca Roncesvalles fue celebrada como la
batalla más famosa de toda la Edad Media. Aunque para ser justos, la
importancia del Cantar de Roldán es infinitamente superior a la
batalla en sí.
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