Valientes, hasta cierto punto
temerarios, excelentes arqueros temidos por los poderosos emperadores
Han, arrojados jinetes henchidos de un incurable espíritu de
aventura, los aorsos fueron una de las tribus sármatas más famosas
en la Antigüedad.
Al parecer procedían de la
Sogdina, en la áspera Asia Central, y en su vagar hacia el próspero
Occidente se fundieron con los alanos asentándose a orillas del gran
río Volga. Más tarde reemprender la marcha hacia el Kuban y las
tierras que se extienden entre la Meódite (mar de Azov) y el Tánais
(río Don).
Se calcula que hacia el siglo I
d.C. Su número ascendía a los 20.000 individuos. Un tiempo atrás,
uno de sus jefes llamado Eunones, apoyó al ejército de Roma para
someter a su vecinos, los síreces.
“ [los aorsos] eran dueños
de la mayor parte de la costa caspia, hasta el punto de que
importaban camellos las mercancías indias y babilonias que recibían
de los armenios y los medos y llevaban objetos de oro gracias a su
riqueza”. (Estrabón XI, 5, 8).
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