El primero de los
protestantes (al menos uno de ellos), sus prédicas encendieron la
llama de la Reforma que pronto explosionó en media Europa. Sus
seguidores, llamados husitas, férreos defensores de la autonomía de
Bohemia, comandadas por Ziska el Tuerto, enfrentaron en repetidas
ocasiones a las tropas imperiales.
Jan Hus, cuya estatua
preside un complejo monumental en el centro de Praga, se opuso
abiertamente al Papado y a la creciente corrupción que había
enraizado en el corazón de la Iglesia, y por tal osadía fue
perseguido, juzgado por hereje y ejecutado por las inmovilistas
autoridades católicas. Tras sufrir martirio y ser quemado en la
hoguera, Jan Hus se convirtió en uno de los símbolos del
nacionalismo bohemio.
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