Durante el Renacimiento, los artistas italianos echaron la vista atrás en el tiempo, buscando inspiración para sus creaciones, la gloriosa Roma Imperial hacía siglos que había muerto, pero su legado material seguía presente. El célebre Donatello imaginó al condotiero Gattamelata con el porte imperial de Marco Aurelio, cuyo espléndido retrato ecuestre, aún se conservaba en el Palacio de Letrán (fue trasladado a la Piazza del Campidoglio en 1538). Pero también se fijó en otros modelos más cercanos, como los caballos de la basílica de San Marco en Venecia o el monumento funerario a John Hawkwood (Giovanni Accuto), un proyecto escultórico nonato, del que se conserva un espléndido fresco en la catedral de Florencia, pintado por Paulo Ucello (1436). Estamos ante la primera escultura de grandes dimensiones fundida en bronce en la Edad Moderna. Además, también es la primera escultura de su tiempo concebida como obra libre, en relación al entorno urbanístico, sin estas supeditada al marco arquitectónico.
El militar y el caballo siempre ha sido una imagen poderosa, temida en el campo de batalla, admirada en el ámbito civil. El caballo siempre ha sido, desde su domesticación en las inmensas estepas euroasiáticas, símbolo de estatus y manifestación de poder de las élites guerreras. El caballo, una montura idealizada, parece contener el movimiento, salvo por la ligera curvatura de una de las patas delanteras que reposa sobre una esfera. Condotiero y caballo conforman un conjunto de gran solemnidad, una imagen poderosa y marcial, que será imitada (con más o menos fortuna) con posteridad.
Erasmo de Narni, conocido como Gattamelta, se eleva poderoso en un lugar de privilegio, a la vista de todos, frente a la basílica de San Antonio, un espacio de peregrinación para miles de fieles. Luce la típica armadura de la época, con protecciones en brazos y piernas, guanteletes y espuelas, la enorme espada enfundada y el bastón en la diestra. Su gesto altivo, su aire heroico, invicto en el campo de batalla, casi invulnerable, su bastón de mando y su vestimenta, lo asemejan a los victoriosos césares romanos, henchidos de triunfo. Su posición elevada muestra su poder, y la autoridad del condotiero que domina el espacio circundante y a la gente que se mueve a su alrededor. Incluso intimida a los observadores y curiosos que se acercan a contemplar la escultura.
Famoso condotiero, de nombre Ersmo de Narni, vuelto a la vida de la mano de Donatello, vigila eternamente los cielos de Padua, las tierras de la República de Venecia, que en el pasado, defendió con la espada.
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