lunes, 7 de marzo de 2022

LARRASOAÑA, CORAZÓN DEL ESTERIBAR.

 


El puente de los bandidos (nombre romántico y evocador, recuerdo de la famosa Carmen de Merimee) nos saca del Camino (el peregrino debe desviarse) y nos conduce a Larrasoaña, el corazón del valle del Esteribar. Una hipótesis o tradición, no se bien que concepto utilizar, sostiene que Merime no encontró a Carmen trabajando como cigarrera en la Tabacalera sevillana, sino en una remota aldea navarra, Etxalar. Merimee y Bizet se habrían exitado, como media España, incluída la femenina, con al pubis de Paz Vega (en Carmen, o en Lucía y el Sexo, tanto da). José Lizrrabengoa, rendido a los encantos de Carmen, navarro de nacimiento, terminó convertido en bandolero. ¿Quién sabe si cabalgó por estos caminos que hoy pisamos?. Este ideal del bandolero romántico, encarnado por José María Hinojosa, el Tempranillo, rey sin corona de Sierra Morena, causó furor en la Europa ilustrada, eruditos, literatos y viajeros decimonónicos. No puedo evitar transitar por estos caminos con la mirada de aquellos viajeros.


Siglos elevado sobre las bravías aguas del Arga, la vegetación encontró soporte en sus pilares, el puente medieval es el elemento que da razón de ser a Larrasoaña, histórica población del valle del Esteribar. 


Una localidad un tanto extraña, un pequeño binomio de edificios históricos de la Edad Media, iglesia y puente, y un conjunto de espectaculares casonas (casi palacios algunas de ellas), un destacado núcleo residencial. Pero poco ambiente, pocos servicios. Aunque sea localidad xacobea, no está preparada para recibir a muchos peregrinos, y por eso, la mayoría prefieren pernoctar en Zubiri. Desde aquí se acorta un tanto la etapa hasta Pamplona, de manera que quedan más horas para disfrutar de la bellísima capital navarra. 


Dos grandes arcos rebajados y otro de medio punto, junto a los tajamares de corte triangular forman la estructura del puente medieval. Durante varias centurias, este puente que salva el río Arga, era paso obligado para comerciantes, arrieros, caminantes en general y peregrinos en particular. Aquí en Larrasoaña se reunían los diputados o regidores del valle de Esteribar. Después de buscar y probar otras sedes, desde 1833 sería Akerreta el lugar de reunión de los 28 pueblos del municipio de Esteribar. 



Corría el año 1174 cuando el rey de Navarra, Sancho VI el Sabio, un monarca recordado en la actual Comunidad Foral, otorgó a un grupo de francos instalados en la cercanía del paraje de Larrasoaña, un fuero idéntico al del burgo de San Saturnino de Pamplona, con el objetivo de asentar a una población esencialmente comerciante en un enclave de gran importancia estratégica, situado en el centro del Valle del Esteribar, en pleno Camino de Santiago, y de las rutas que comunicaban las dos vertientes del Pirineo. Conocida como Hiriberri, adoptó su nombre acutal en el siglo XIII. Al menos desde el siglo XIV, la villa tenía asiento en las Cortes de Navarra, e incluso llegó a ser la sede de varias de ellas. Larrasoaña fue un municipio independiente hasta que en el año 1928 se integró en Esteribar. 



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