jueves, 30 de julio de 2020

DINASTÍA VI.




En conjunto, la dominación de la V dinastía inicia una profunda crisis. La ascensión al poder de la VI está relacionada con el afán de contener la disolución del estado. El fundador de la VI dinastía es seguramente Seheteptawi Teti; pero es Pepi I (Fiope en la tradición griega) el que la afirma. Fue un gran constructor, como se sabe por los restos de los templos por él erigidos. Se casó con las dos hijas de un príncipe local del Alto Egipto, Khui, y los dos hijos habidos de ellas fueron reyes sucesivamente, primero Merenre, que prometía ser un gran rey, pero murió al poco tiempo; luego Pepi II, que llega al trono a los seis años de edad, y tuvo, si queremos conceder crédito a la tradición tardía, un reinado de noventa y cuatro de duración, el más largo de la historia. Su decrépita vejez fue amargada por una invasión extranjera y por una grave crisis. Todavía Manetón cita como últimos reyes de la dinastía VI a Merenre y Nitocris, y el papiro de Turín a unos cuantos más; pero, en realidad, el imperio egipcio se derrumba entonces. A la muerte de Pepi II siguen cuarenta años de desórdenes (VII dinastía, que es un interregno, VIII dinastía, en Menfis), y, al fin, el país se vuelve a dividir en dos: un estado al Norte, con la capital en Heracleópolis (dinastía IX y X), y otro al Sur, con la capital en Tebas.
Historia del Antiguo Oriente.
A. Tovar, W. Rölling, I. Gamer-Wallert.


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