Colores que predominan entre Monjardín y Los Arcos. Caminamos por extensos campos de labor, un delicioso mosaico de colores, en el que se van alternando los dorados del cereal y el verde las vides o los manzanos. De cuando en cuando nos cruzamos con algún labriego, en su tractor o en la segadora, que hace un poco tiempo el trabajo de varias cuadrillas de jornaleros.
La Guardia Civil a caballo vigila estos solitarios caminos, como en tiempos del Ingenioso Hidalgo hiciera la Santa Hermandad.
Un pinar. Después de casi deiz kilómetros caminando bajo el sol, a menos de tres kilómetros de Los Arcos, ante el fatigado peregrino se materializa un oasis en forma de pinar. El Paraíso terrenal nada tiene que envidiar. Mejor dicho, no tiene nada que envidiar al paraíso terrenal o celestial.
Llegar a los Arcos, supone para el caminante, entrar en el más placentero de los éxtasis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario