viernes, 31 de marzo de 2023

LA CIUDAD MARÍTIMA Y MERCANTIL.



 
La célula originaria de la civilización marítima es la ciudad mercantil, habitada por una población burguesa, libre y dueña de sus actos; la de la civilización territorial es el dominio señorial, en donde el estatuto social aparecer fijado por las relaciones del hombre con la tierra.


Sin embargo, se hace necesario distinguir, tanto en la Europa medieval como en los países mediterráneos de la Antigüedad, dos tipos de ciudad. Por una parte, las ciudadelas militares, residencias reales o principescas, o centros religioso, es decir, aglomeraciones urbanas características de todas las civilizaciones señoriales, cuyos habitantes viven sujetos a un estatuto análogo al de las poblaciones patrimoniales. Por otra parte, las ciudades mercantiles, nacidas espontáneamente por influencia del comercio, de nueva fundación o formadas al margen de las ciudades principescas o religiosas, y que dieron nacimiento a una clase de hombres libres dedicados a un actividad económica: sea al comercio internacional – Tiro, Mileto, Florencia, Gante – o a una simple actividad local.


La organización política de estas ciudades estuvo determinada por su actividad económica y por la composición social que de ella se deriva. Tiro, Venecia, Brujas y las ciudades de la Hansa, que fueron ciudades de mercaderes, estuvieron gobernadas por la burguesía de los negocios; Mileto, Atenas, Florencia y Gante, ciudades industriales, congregaron en sus recintos a un numeroso proletariado libre y conocieron una evolución que, tras liberarlas de las clases privilegiadas, las hizo pasar del gobierno de la burguesía acomodada al del pueblo, a través de graves crisis sociales.


Algunas de ellas, gracias al poderío de sus flotas guerreras, llegaron a alzarse como metrópolis de verdaderos imperios marítimos, tales como las ciudades de Tiro, Atenas y Venecia.


En la Antigüedad, tanto en Egipto como en Siria o Grecia, las ciudades libres borraron de sus alrededores al régimen señorial y a la esclavitud. Fueron centros de libertad y también, lo mismo que los templos y los monasterios, de actividad intelectual y artística.


Además, con la creación en torno suyo de amplias zonas de tráfico, el comercio hizo surgir una población rural libre, apoyada en el poder monárquico para garantizar su seguridad, y una clase burguesa instruida y emprendedora de donde los soberanos sacaban los funcionarios que precisaban para su política centralizadora; las ciudades fueron, pues, la base sobre la cual se constituyeron las monarquías. Tal sucedió, durante la Antigüedad, en Egipto y Mesopotamia, y en el curso de la Edad Media, en la Europa Occidental: Francia, Inglaterra y España. Como excepción, tenemos el caso de las ciudades a las que su gran poderío infundió vida propia, como las de Grecia antigua y las de la Italia Medieval, convertidas en repúblicas autónomas, que obstaculizaron durante largo tiempo la formación de estados territoriales.



Jacques Pirenne.

Historia Universal. 
Volumen VI. Prólogo.

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