miércoles, 1 de marzo de 2023

FIRGAS, LA VILLA DEL AGUA.



Mi infancia son recuerdos de una botella de cristal, una etiqueta roja, y un agua con gas, a la que no estaba acostumbrado en mi Puerto Real natal. En mi mente, el topónimo Firgas siempre ha estado relacionado con mi familia canaria, mis vacaciones de verano en Las Palmas y con el agua embotellada (en una época en que bebíamos agua del grifo).



Nunca había visitado Firgas hasta el mes de agosto de 2022, y llegué para descubrir que el agua es, con permiso de los berros, la seña de identidad de la localidad que está situada en el norte de isla Gran Canaria.







En Firgas descubrí dos cosas maravillosas. La calle en pendiente con una fuente que desciende a modo de cascada, el Paseo de Gran Canaria. Ornamentada con los escudos de todos los municipios de la isla. En la parte alta de la calle, un homenaje al archipiélago.





La otra cosa es el potaje de berros acompañado de gofio. La piña de millo es imprescindible en cualquier guiso isleño.




Desde el barranco de Las Madres o de las Mil Fuentes, manaba el agua que dio fama a la villa de las Aguas. Aguas que movían las muelas del molino del gofio (alimento calórico donde los haya). También el gofio ocupa un lugar destacado en los recuerdos de mi infancia.







La villa de Firgas nació en la mítica Selva de Doramas, una gran región poblada de laurisilva que se extendía por el norte de la isla, destacando como un espacio rico en recursos naturales. El conquistador Tomás Rodríguez de Palenzuela, como pago por los servicios prestados a la Corona de Castilla, fue el principal beneficiario de los repartos de tierra y agua. Instaló un ingenio azucarero y para regar los cultivos de caña de azúcar construyó la Acequia Real.





Las obras de la Acequia Real, aún hoy motivo de orgullo para los firguenses, empezaban en el barranco de las Madres y alcanzaban Afugard, nombre nativo de Firgas. Desde aquí se prolonga su recorrido hasta Arucas. La cal negra, la tierra, la piedra y la madera (de la extinta Selva de Doramas) fueron los materiales de construcción de la primitiva acequia.




Desde el mirador de la Plaza de San Roque es posible contemplar una magnífica panorámica visual de la zona noreste de la isla y las azules aguas del océano, convirtiendo a la villa de Firgas, en un auténtico balcón sobre el Atlántico.






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