Entre finales del siglo VIII y principios del siglo IX, la joven Venecia, se convierte en el teatro de operaciones de un conflicto a gran escala entre Carlomagno y el Imperio Bizantino.
En el 732 Carlos Martel derrotó a los musulmanes en la batalla de Poitiers deteniendo su avance y fortaleciendo su posición como Mayordomo de Palacio del rey merovingio. En el 751 su hijo, Pipino el Breve se proclama rey de los francos consolidando el poder de la dinastía carolingia. El nuevo rey franco interviene en Italia en favor del papa Esteban II que necesita con urgencia un protector para la iglesia. Pipino conquista la zona de Rávena, que se encontraba en poder de los lombardos, que a su vez se la habían arrebatado a Bizancio. Estos territorios serán cedidos al Papa de Roma, mientras que el Imperio de Oriente va perdiendo presencia en la península italiana. Venecia, que antes de la intervención carolingia, tenía un punto de apoyo en Rávena, se encuentra totalmente aislada, y rodeada de potenciales enemigos: al Norte se encuentran los lombardos, al Sur los territorios papales, al Este, diferentes pueblos procedentes de las estepas rusas, tales como eslavos, ávaros y magiares, y al Oeste, los mencionados francos.
El sucesor de Pipino fue un hombre destinado a convertirse en gran estadista, además de protagonizar tanto gestas militares como un interesante renacimiento cultural, nos referimos por supuesto, al celebérrimo Carlomagno. El nuevo rey continuó la política de su predecesor y mantuvo las excelentes relacionas con la Santa Sede, de tal modo que el día de Navidad del año 800, el papa León III decide coronarlo emperador, restituyendo así el antiguo Imperio Romano. Este acontecimiento irritó a los orgullosos bizantinos que consideraban que el único Imperio Romano que existía era el suyo. El conflicto entre ambos imperios estaba abierto y Venecia se encontraba en medio.
Venecia era el último bastión bizantino en el Norte de Italia. La guerra estalló como consecuencia de la ruptura de negociaciones entre el emperador Carlomagno y el basileus Nicéforo I. Las fuerzas estaban muy equilibradas. Por mas los bizantino poseían una poderosa flota, pero en tierra el ejército franco era claramente superior. Transcurrido un tiempo de igualdad el rey franco descubrió la manera de desequilibrar la balanza a su favor; Venecia.
Venecia era el punto clave, un nudo de comunicaciones donde se produce la unión comercial entre dos mundos: Oriente y Occidente. A los muelles de la ciudad llegaban sedas y especias de Oriente, y el trigo, el vino y los metales de Occidente. Controlando la ciudad podría estrangular el comercio bizantino, al tiempo que pasaba a controlar directamente valiosas mercancías.
Se desató entonces una auténtica Guerra Fría en las islas e islotes de la Laguna. En Venecia, dos facciones aristocráticas pugnaban por el poder, una de ellas era favorable a Constantinopla, y la otra a Aquisgrán, sede de la Corte Regia del Reino de los Francos. El soberano carolingio prestó ayuda al bando aliado, para derrotar a su rival, y proclamar su dominio sobre la ciudad. Este éxito franco fue contrarrestado por la armada bizantina que puso de nuevo la ciudad bajo su control. Además consiguieron rechazar el asalto que Pipino, hijo de Carlomagno, organizó para tomar la ciudad en el 810, apoyando a las huestes de la laguna dirigidas por Agnello Partecipazzio. La unidad de los habitantes de las islas habían conseguido detener a Pipino, que eso sí, solo aceptó retirarse cuando los venecianos se comprometieron a pagar tributos.
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