Llegamos a Muruzábal abrasados por el Sol. En esta localidad tenemos dos opciones, desviarnos para visitar la famosa ermita de Eunate o continuar directos a Puente la Reina pasando por Obanos. El final de la etapa ha vuelto a atragantarnos. Damos pasos pero parece que no avanzamos. Las bajadas pedregosas, el sol, las lesiones musculares van frenando la marcha como el general invierno ruso a las tropas de Napoleón o a la orgullosa Werchmacht.
Al peregrino que pasa medio fatigado, y con el destino fijado en la mente, atraviesa Muruzábal y ve una localidad que ni fú, ni fá. Pero no deja de ser un buen lugar para comerse un bocata y beberse una cerveza fría antes de seguir caminando. El cansancio nubla la visión, el tirano Sol del mediodía estival hacen el resto.
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