Entre viñedos y cereales, acompañado por el incansable canto de las cigarras y perfumados por el aroma del hinojo (y otras hierbas por el estilo) atravesamos la Tierra de Estella, transitando por viejas calzadas romanas y vías pecuarias utilizadas desde tiempos remotos. Es medio día y aunque el tiempo parece detenerse, nuestros pies siguen avanzando. A lo lejos, la colosal iglesia de Villatuerta, hace las veces de faro y señala el destino inminente del camino. Poco a poco abandonamos la soledad del campo y entramos pasito a pasito en el moderado trasiego de una localidad que vive a caballo entre lo rural y lo urbano.
Villatuera es, para los que hacemos el Camino de Santiago, una deliciosa antesala de Estella-Lizarra. Actualmente se encuentra en un proceso de amplio crecimiento debido a su cercanía tanto a la autovía como a la capital de la merindad. Ofrece al visitante en general, y al peregrino en particular, la robusta Iglesia de la Asunción.
La existencia de unos pocos restos romanos diseminados en el entorno, pueden hacer suponer un dilatado pasado, pero con datos y documentos en la mano, establecemos el origen de Villatuerta, vinculado con el auge del Camino de Santiago en la Edad Media. Antes de la fundación de Estella, la vía de peregrinación unía Villatuerta con Irache a través de Zarapuz (1090).
Un puente románico, obra de cantería a base de sillares irregulares, cruza el río Iranzu y une los dos barrios de la villa. Para mí el barrio de la farmacia (parada obligatoria) y el barrio de la iglesia. Este puente y la maravillosa iglesia son los recuerdos materiales (y monumentales) de la grandeza medieval.
Sin defensas medievales (no era esa su función) Villatuerta ha sufrido en ocasiones los avatares de las guerras entre Castilla y Navarra. En 1378 el pueblo entero – incluida la iglesia – fue pasto de las llamas, y en 1450 fue saqueada por castellanos y estuvo a punto de despoblarse.
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