jueves, 29 de octubre de 2020

AMENENHAT III Y LA PAX EGIPCIA.

 


Nimaatre Amenenhat III (también Amenemes III) reinó durante casi medio siglo, una época caracterizda por la ausencia de conflictos, una intensa actividad artística, una ingente labor constructiva y una fructífera (para la corona) política interior. El gobierno de Amenenhat III estuvo caracterizado por el absolutismo, un Luis XIV del Nilo. En ese sentido acabó con los últimos monarcas hereditarios que aún perpetuaban su poder en el Alto Egipto. No exageramos si escribimos que su reinado, junto con el de su padre Sesostris III, marca el cénit del Imperio Medio.

Las noticias sobre sus actividades proceden de numerosas inscripciones halladas fuera de Egipto, especialmente de la región del Sinaí. En esta zona explotó las minas de turquesa y las de cobre y al sur, en Nubia, llevó la frontera del imperio hasta la tercera catarata. Tuvo fluidos contactos comerciales con Biblos, siendo adorado como dios en este dinámico puerto. Sin embargo su obra más celebrada es la irrigación de El – Fayum. Con esta empresa pretendía potenciar la riqueza agrícola de la zona. En este enclave el farón diseñçp un auténtico paraíso en la tierra.


Es otro lugar, el Fayum, a 80 kilómetros al sudoeste de El Cairo, lo que hizo popular a Amenemhat III y le confirió la estatura de un sabio. Allí se encontraba un lago salado de tales dimensiones que lo llamaban Pa-yom (de donde proviene Fayum), «el mar». En el Imperio Medio los soberanos decidieron transformar estos lugares, alimentados por un brazo del Nilo, en una especie de paraíso terrestre donde se dedicaban, según el título del poema, a los «Placeres de la caza y de la pesca». Amenemhat III cuidó muy particularmente el desarrollo de esta región, convertida en símbolo de la abundancia y de la fertilidad otorgadas por los dioses. Al multiplicar los sistemas de regadío, el faraón acrecentó la prosperidad de la provincia, que ofrecía un gran contraste con las zonas desérticas. Benefactor del Fayum, Amenemhat III fue venerado en esta localidad hasta la época grecorromana, asociado al mismo tiempo al dios local, el cocodrilo Sobek, que podía hacer surgir el sol del fondo de las aguas, y a la corneja, pues este rey podía comprender la lengua de las aves.

Los Sabios del Antiguo Egipto.

Christian Jacq




Amenenhat III se hizo construir dos pirámides para su enterramiento. La de Dahshur, saqueada por los ladrones, muestra la pobreza ténica y de materiales de esta época. En Hawara, cerca de El Fayum edificó la pirámide que albergaría su sarcófago. Sin embargo lo más fascinante fue su templo funerario, un auténtico laberinto, que los viajeros de la Antigüedad, entre ellos Heródoto y Estrabón, compararon con el famoso laberinto de Cnossos, en la isla de Creta.


En el paraíso del Fayum, Amenemhat III añadió otra obra maestra: el famoso laberinto. ¿De qué se trata? De un inmenso conjunto arquitectónico edificado en Hawara, en el límite del Fayum, inspirado en el Imperio Antiguo. Un vasto templo del valle, compuesto por múltiples patios y capillas (el laberinto), una calzada que sube hasta el templo alto y una pirámide de unos 60 metros, que incluye una cámara de resurrección en la que se hallaban los dos sarcófagos, uno para el cuerpo mortal del rey y el otro para su ser inmortal. Parece ser que Amenemhat quiso recrear los monumentos de Saqqara concebidos por Zóser e Imhotep. Este «laberinto» no era una trampa, sino una sucesión de santuarios destinados a regenerar el alma real y a celebrar una fiesta sin fin en compañía de los dioses. Pasajes en zigzag, cámaras en esclusa, corredores misteriosos, cámaras secretas convertían a este templo en un edificio mágico que asombró a numerosos visitantes de la Antigüedad antes de su total destrucción por los árabes. Amenemhat III ya no es más que una sombra. Con todo, nos recuerda que el Imperio Medio, cuyos vestigios arquitectónicos son más bien escasos, fue una época feliz en la que los faraones, llenos de un ideal de sabiduría, dieron pruebas de un notable impulso creador.

Los Sabios del Antiguo Egipto.

Christian Jacq



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