Mi héroe es el Hombre
Descubridor. El mundo, tal como lo vemos en la actualidad desde
nuestra perspectiva de occidentales instruidos —nuestra idea del
tiempo, de la tierra y de los mares; de los cuerpos divinos y de
nuestros propios cuerpos; de las plantas y de los animales; de la
historia y de las sociedades humanas del pasado y del presente—,
tuvo que sernos revelado por innumerables Cristóbal Colón. Ellos
permanecen en el anonimato de los profundos nichos del pasado.
Emergen a la luz de la historia a medida que nos acercamos al
presente, y la lista de personajes es tan variada como la misma
naturaleza humana. Los descubrimientos se vuelven episodios de una
biografía, tan imprevisibles como los nuevos mundos que nos
revelaron los descubridores.
Son también parte de nuestra
historia los obstáculos frente al descubrimiento, las falsedades del
conocimiento de la época. Sólo podremos comprender el coraje, la
temeridad, el espíritu heroico y la imaginación que animaba a los
grandes descubridores si los imaginamos contra el olvidado telón de
fondo de la tradición heredada y de los mitos de su tiempo. Ellos
debieron luchar contra los «hechos admitidos» y los dogmas de los
sabios de su tiempo. Yo he intentado revivir esas falsedades, esas
ilusiones, he tratado de recordar cómo se concebían la tierra, los
continentes y los mares antes de Colón y de Balboa, de Magallanes y
del capitán Cook; los cielos antes de Copérnico, Galileo y Kepler;
el cuerpo humano antes de Paracelso, Vesalio y Harvey; las plantas y
los animales antes de Ray y Linneo, de Darwin y Pasteur; he intentado
reconstruir la idea que los hombres tenían del pasado antes de
Petrarca y de Winckelmann, de Thomsen y de Schliemann; cómo era
imaginada la riqueza antes de Adam Smith y Keynes; el mundo físico y
el átomo antes de Newton, Dalton y Faraday, de Clerk Maxwell y
Einstein.
Daniel J. Boorstin. Los
Descubridores.
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