A los pies
del desierto las ruinas de una antigua próspera ciudad comercial. Lo
que ayer fueron opulentos edificios hoy son muros derruídos. Unas
pocas ruinas cubiertas de arena, pasan desapercibidas para las
miradas despistadas. La fina arena del desierto sepultó su
prosperidad y grandeza. Viejas ruinas cubiertas de arena son visibles
desde la carretera. Se trata de la antigua Sijilmasa, una enclave
caravanero en el sur de Marruecos. Situada en los límites del
Sahara, Sijilmasa fue durante siglo el centro del trafico del oro que
procedía de más allá del desierto. Por aquí pasaba la más
destacada ruta del oro.
Los
camelleros que cruzaban el Sahara encontraban un lugar de descanso y
reposo en la vieja Sijilmasa. Este era el punto de partida de las
caravanas que cruzaban el indómito desierto del Sahara en busca de
la sal del desierto y del oro del África más profunda. Las
legendarias ciudades de Gao, Tombuctú y Walata eran su destino más
lejano. Aquí se refinaba el oro africano antes de llegar a Europa.
Un
asentamiento bereber convertido en destacado puesto comercial y
centro caravanero. Después de repostar en Sijilmasa las caravanas se
adentran en las gargantas del Ziz en direeción a los grandes
mercados del norte situados en Fez, Meknes o Marrakech. La situación
privilegiada hizo que la historia de Sijilmasa fuera intensa y
convulsa; guerras, saqueos, destrucciones, también negocios turbios
e incontables riquezas. De aquí partieron los miembros de la familia
alauita para convertirse en los reyes del país.
En el siglo
XVI el viajero León el Africano escribió: Sidjilmassa era una
ciudad muy civilizada, edificada con buenas casas, y con sus
habitantes ricos por el comercio que mantenían con el país de los
negros . . . Actualmente está por completo en ruinas y, como he
dicho, las gentes se limitan a habitar en casbas y están diseminadas
por el territorio.
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