Una nueva sociedad requiere una serie de fiestas que recuerden los momentos claves de su historia. Durante la Revolución Francesa se impusieron nuevas fiestas de carácter entre religioso y político, creando una especie de religión laica. En estas celebraciones se congregaban gran cantidad de personas que lucían los atributos revolucionarios. La Fiesta de la Libertad era presidida por una estatua alegórica que llevaba la bandera tricolor y el gorro frigio de la Revolución.
Cambiaron los nombres: Notre Dame de París se convirtió en el Templo de la Razón, la Plaza de Luis XV pasó a llamarse Plaza de la Revolución y, más tarde, de la Concordia, quienes se llamaban Luis cambiaron sus nombres por los de Bruto o Espartaco entre otros; para las niñas se puso de moda el nombre de Diente de León y para los niños el de Rubardo.
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