Mujeres que se consideraban, como Juana de Arco, elegidas por Dios para ser sus intérpretes ante los hombres. Constance, Maria Robine y la propia Juana de Arco, forman parte de la misma generación, visionarias durante el Gran Cisma. Estas mujeres representaban una seria amenaza, pues ni la iglesia ni la sociedad aceptaban obedecer las órdenes divinas reveladas a través de ellas. Constance de Rabastens proclamó que el arzobispo de Toulouse apoyó al papa equivocado durante el Gran Cisma y por ello ardería en el Infierno.
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