martes, 6 de abril de 2021

LA LEYENDA DEL PUENTE DEL MOLINO. RÍO SALADO.

 


Por el lugar llamado Lorca, en su parte oriental, pasa el río que se llama Salado: ¡Allí guárdate de beber ni tú ni tu caballo, pues el río es mortífero!. En nuestro viaje a Santiago, encontramos a dos navarros sentado a su orilla, afilando sus navajas, con las que solían desollar las caballerías de los peregrinos que bebían aquella agua y morían. A nuestras preguntas contestaron, mintiendo, que aquel agua era buena para beber. Por lo cual abrevamos en ella a nuestros caballos, de los que al punto murieron dos, que los navarros desollaron allí mismo.

Aymeric Picaud

Guía del Peregrino.

Robusto puente de traza romana, aunque modificado en la Edad Media. Se encuentra nada más salir de Cirauqui, antes de cruzar la autovía, y salva el barranco de una regata. En cada rincón del camino espera una leyenda para ser desvelada al peregrino. Al parecer, y siempre según Picaud, las aguas del río Salado eran ponzoñozas, y aquella criatura que de ellas bebía, sin remdio moría. Los astutos vecinos aguardaban pacientemente para saquear a los peregrinos incautos y moribundos.


Este paso, inmortalizado por el Codex de forma muy poco laudatoria, conserva, probablemente por poco tiempo, su estructura primitiva.

El río Saldo se puede vadear la mayor parte del año y es de suponer que, a pesar del mal humor de Aymeric Picaud, hombres y caballerías se refrescarían antes de seguir la caminata.

Siendo el cruce de un río, el pasar a otra vertiente, el símbolo del tránsito a otro mundo, otra vida después de una purificación regeneradora, vale preguntarse si este tipo de puente, no del todo necesario, correspondía al espíritu de la peregrinación, o si era un medio de facilitar, aburguesar y desviar la ruta según los jalones de Cluny, haciéndola en definitiva más agradable, más turística antes de la letra. Algunos puentes, tanto por necesidad como por significado, acentúan su baden, y entonces se palpa mucho más el significado, el símbolo del cambio de horizonte, ya que durante unos instantes no se más que el cielo, la ascensión del iniciado, que seguidamente vuelve transformado a seguir caminando, pero con nueva mirada.

Aquí no se da el caso, y la pérdida de barandillado le confiere, al contrario, un aspecto curiosamente moderno y funcional.

El Camino iniciático de Santiago.

Juan Pedro Morin Bentejac y Jaime Cobreros Aguirre.


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